El proyecto que podrá llevarse a cabo de manera legal en Washington, a partir de mayo de este año, es una alternativa que busca transformar los restos humanos en abono orgánico
La idea de transformar los cadáveres humanos en tierra fértil para que sirvan como abono orgánico de la naturaleza y vuelvan a dar vida se está convirtiendo en una tendencia mundial que, además de disminuir las emisiones de dióxido de carbono, la basura y la polución del agua subterránea por los fluidos que se utilizan para el embalsamamiento, es una solución para la gran demanda de lugares en panteones y criptas.
De hecho, Washington se ha transformado en el primer estado que da luz verde para la gestión de cadáveres humanos como “compost”. La ley que regula esta práctica permitirá, a partir de mayo del 2020, convertir un cuerpo, mezclándolo con otros materiales como paja o madera, en aproximadamente dos carretillas de tierra fértil, manifestó María Luz Díaz, docente y consultora ambiental de Cerem International Business School.
“En Estados Unidos mueren cada año 2.7 millones de personas y la mayoría termina enterrada en un ataúd o incinerada; la técnica, que aún está en ciernes, permitiría evitar más de medio millón de toneladas métricas de dióxido de carbono en 10 años”, señaló.
Por su parte, el senador Jamie Pedersen, promotor de la medida, explicó que este proyecto tiene sentido sobre todo en las áreas urbanas más pobladas. “En un estado en el que la manera habitual de despedirse de los fallecidos es la cremación, el nuevo método reducirá 1.4 toneladas métricas de CO2 por persona”.
El proceso para devolver a la vida los restos de un ser querido se basa en un recipiente modular y reutilizable en el que se acelera la reducción orgánica. Los cuerpos se cubren con astillas de madera y están aireados, lo que favorece la actuación de microbios y bacterias naturales necesarias para la descomposición. El proceso toma 30 días, tras los cuales el cuerpo se transforma por completo en una tierra que puede ser utilizada posteriormente como “compost”.
“Una vez concluido el proceso, las familias podrán llevarse a casa parte de la tierra producida, de tal forma que los jardines rememorarán que la vida está interconectada”, se explica en la web de la empresa que comercializa el proceso y que hace hincapié en que este se realiza con la máxima consideración y respeto, conscientes de que el fallecimiento es un momento espiritual transcendental.