Ante la contingencia sanitaria por el Covid-19, empleadas domésticas se han quedado sin su única fuente de ingreso, a pesar de llevar varios años trabajando para sus patrones
Uno de los sectores de la población que se ha visto afectado por la contingencia epidemiológica por el Covid-19 es el de las trabajadoras del hogar, pues varias de ellas han sido enviadas, como medida preventiva, a su casa sin goce de sueldo.
Tal es el caso de Luz María Rendón Flores, quien desde hace 14 años trabaja el lunes, miércoles y viernes en una casa en la zona de Juriquilla; y martes, jueves y sábado en otra en Jurica.
“Con la señora de Juriquilla vengo o venía el lunes, miércoles y viernes, y en la casa de Jurica iba martes, jueves y sábado; y hoy muy temprano me llamaron las patronas para decirme que debido a la contingencia debía quedarme en casa hasta nuevo aviso”.
Sin embargo, señaló que en las dos casas en las que trabaja le dijeron que no le iban a pagar durante el tiempo que no fuera a laborar.
“Yo no sé qué voy a hacer, porque esta es mi fuente de ingreso y ahora con esta contingencia no sé en qué voy trabajar; a mí no me preocupa el virus, me preocupa más morirme de hambre”.
Esthela Durán Puerta, quien desde hace siete años trabaja haciendo el aseo en una casa del fraccionamiento Puerta Real, en Corregidora, aseguró que desde la semana pasada le dijeron que esa era la última que iba a trabajar.
“Durante este tiempo que no voy a ir a trabajar no me van a pagar; nos hacen sentir que el trabajo que hacemos no tiene valor (…) desde hace siete años voy y vengo todos los días, tengo que tomar tres camiones de ida y dos de vuelta porque vivo en San José el Alto y me tengo que salir de la casa a más tardar 5:15 para poder llegar a las 7:30”.
Susana Robles Lacayo tiene 65 años de edad y desde hace 11 años trabaja como doméstica en una casa de El Campanario y ayer solo le mandaron un mensaje de texto diciéndole que a partir de este lunes no se presentara a trabajar hasta que pasara la contingencia sanitaria.
“Desde hace dos semanas llevaba un cambio de ropa para que cuando llegara a la casa en la que trabajo me cambiara, al entrar rociaba con agua y cloro las suelas de mis zapatos y traía cubrebocas y guantes y ahora ya no quieren que vaya”.