Los operadores trabajan en un centro de llamadas dedicado a rastrear los contactos de las personas infectadas por el coronavirus
En Bélgica, el nuevo coronavirus ha dando luz a una nueva profesión: “Rastreador de COVID-19”, operadores que se dedican a contactar vía telefónica a personas que han dado positivo al virus, para rastrear a los contactos con los que estuvieron previo a ser confirmados.
Al rededor de sesenta personas sentadas ante su ordenador portátil, con los cascos puestos, se reparten las llamadas en la plataforma de N-Allo, en uno de los “centros de llamadas” asociados a la operación iniciada por el gobierno belga.
En Bélgica, con 11,5 millones de habitantes, el virus ha dejado más de 9 mil muertos, por lo que este “rastreo” se toma muy en serio, máxime cuando las autoridades se limitaron a autorizar una desescalada muy progresiva desde hace 15 días por temor a un rebrote.
La labor de “rastreador” es llevada a cabo por voluntarios contratados por tres meses, en cada una de las regiones belgas para lograr una operación inédita: identificar a los posibles portadores del virus mediante la creación de una lista de las personas con las que los enfermos estuvieron en contacto durante un período de diez días, desde dos días antes de los primeros síntomas hasta siete días después.
Si el contacto superó los 15 minutos a menos de 1,50 metros, ese allegado o compañero de trabajo del enfermo está considerado como una “persona de alto riesgo”… Y otro “rastreador” se encargará de prevenirlo.
El objetivo es “reducir los círculos de contaminación para asfixiarlos progresivamente y hacer que el desconfinamiento progrese”, resume Gladys Villey, de la Mutualité Partenamut, que en Bruselas organiza esta especie de segunda red de prevención.
Si al término de 24 horas, la persona que se considera de “alto riesgo” y que debe aislarse 14 días en su casa no responde al teléfono, trabajadores sociales, paramédicos o personal de ambulancias organizan una visita a su domicilio, explicó.