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septiembre 20, 2024

Llegó el COVID y subieron los divorcios (parte 1)

Una de las inesperadas víctimas de la pandemia del Covid-19 es la sacrosanta institución del matrimonio, ya que -de acuerdo con los indicadores- el número de divorcios ha ido en aumento. Permanecer en el encierro continuo se ha convertido en un reto particularmente difícil para quienes se ven obligados a verse las caras noche y día. “Nunca antes habíamos pasado tanto tiempo con el otro y eso en algunos casos está agotando las relaciones”, declaró la psicóloga María Elena López a la revista colombiana “Semana”. En consecuencia, corremos el riesgo de acabar apartándonos de aquellos con los que vivimos más cerca que nunca.

No existen aún cifras específicas sobre el incremento de divorcios en nuestro país a raíz de la pandemia. Sin embargo, las provenientes de otros países nos ayudan a darnos una idea. De acuerdo con el “Daily Mail”, entre abril y junio se duplicó en Estados Unidos el número de parejas, con menos de cinco meses de casadas, en vías de divorcio. Entre aquellos con cinco años de casados, la cifra se elevó en un 19 por ciento. Si consideramos que antes de la pandemia cuatro de cada 10 matrimonios en dicho país terminaban en divorcio, las crisis matrimoniales resultan ahora más evidentes. En México la cosa tampoco está para echar las campanas al vuelo, pues, de acuerdo con el Inegi, 31.2 de cada 100 matrimonios terminan en divorcio.

Abordado por “El Sol de México”, Miguel Ángel Díaz Maya, socio del despacho jurídico Nogara, explicó que -en su experiencia- los motivos cotidianos por los que las parejas se divorcian son las infidelidades, los problemas económicos, el alcoholismo o drogadicción, el abandono del hogar y la violencia familiar. A la lista anterior habría que agregar otros factores, propios del confinamiento de los meses recientes:

AUMENTO EN EL ÍNDICE DE DESEMPLEO. En muchos hogares, el hombre o la mujer han perdido su empleo, situación que ha significado una presión adicional en una de por sí castigada economía familiar. Por ello es común que surga un conflicto si, digamos, un desempleado se la pasa viendo todo el día Netfix, en vez de ponerse a lavar los trastes o meter la ropa a la lavadora, al tiempo que su cónyuge no acaba de salir de una sesión de Zoom para entrar a otra.

ESPACIOS REDUCIDOS. Si los integrantes de la familia viven en una casa de interés social, solo es cuestión de tiempo para que empiece a hacer de las suyas la claustrofobia, ante la falta de espacios personales. Los gritos y jalones de los niños, los pleitos para poder usar el baño y la nube pestilente que dejan atrás los fumadores son solo algunas de las calamidades propias del hacinamiento.

ATENCIÓN CONTINUA A LOS HIJOS. Los pequeños, que normalmente se la pasaban buena parte del día en la escuela o con los amigos, requieren ahora de un cuidado y atención permanentes. Y por si fuera poco, papá y mamá carecen de la más mínima capacitación para asesorar a sus hijos en las clases virtuales.

Estos y otros factores van minando las relaciones de pareja, y no es de sorprender que uno o ambos cónyuges acaben por tirar la toalla.
(Continuará la próxima semana).

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