El Lazarillo Pacheco
Terminando de ver “Cómprame un Revólver”, tardé un rato en reponerme del llanto. Es la historia de Huck, una niña que vive con su padre, el cuidador de un campo de béisbol en un rincón abandonado por la violencia. En este campo, un grupo de sicarios armados, con camionetas blindadas, corridos de banda a todo volumen, y leyendas en sus chalecos antibalas como “Los Elegidos” o “Dios está conmigo”; se reúnen para practicar béisbol.
Aunque el contexto de la historia es una propuesta distópica, la ficción parece siempre inspirar a la realidad ¿o era al revés?. Las noticias de bloqueos, narcomantas, decapitados, y videos en redes mostrando arsenales al pleno servicio del crimen organizado, no son novedad; al menos en México.
Tampoco lo son las comunidades y pueblos abandonados a causa de la violencia. Lo que sí es fresco, es la mirada con la que la ficción logra enmarcar elementos que van tocando el corazón de la audiencia a través de guiños y momentos muy de fantasía, poniendo la mirada de la audiencia desde los ojos de la infancia en medio de una cruda realidad. Esto me parece que es lo que hace que la película sea un show de horrores, crudos y sin máscaras. Cómo Huck, quien se esconde detrás de una máscara porque es niña, ¿extraño? no en el país de los feminicidios, y de los charros cantores que se roban a las mujeres. Bajo esta lógica, no es irracional; aún siendo adicto, que Rafa tuviera a su hija Huck encadenada. Mejor así para que no se la roben.
-¡Nunca sueltes tu arma!- Esa es la consigna. Un grupo de cuatro niños entrenan con armas hechizas. Uno de ellos, Rafa, no tiene un brazo, se lo cortaron; los hijos de la chingada dice él; también tiene un plan para recuperarlo. Tom, también ha lidiado con esos malandros, a él lo encerraron en una jaula de la que, para escapar, tuvo que cavar un túnel. Una balada por esos niños que han visto el éxodo alejarse. Balada de los niños perdidos; así empieza el ‘soundtrack’ de la película que mantiene un tono melancólico, casi de ensueño; como si en cualquier momento se pudiera despertar de esta pesadilla. La pesadilla de la guerra; temerle a nadie, ni a Dios, ni a la vida, ni a uno mismo. Un lugar sin mujeres que ya no crece, y las que hay son objetos. La trata, un negocio más rentable que el narcomenudeo, acciones íntimamente ligadas. Me parecía estar viendo “MAD MAX“, una visión distorsionada del mundo distópico de George Miller; una ficción desenmascarada. De repente vi a Immortan Joe bailando entre un sonidero y luces, rodeado de sus ‘War Boys’ siempre con sus armas como extensión de sus brazos, dispuestos al sacrificio, tal como guerreros aztecas.
Creo que, aunque la película, en momentos, muestra ciertas incongruencias; siendo un entorno de guerra, todo es posible. Cuando todos los que te rodean portan un arma y están dispuestos a dispararla; la tensión se vuelve insoportable. Así se siente la película porque hay niños y armas en todo momento. Quien trae un arma es como una bomba de tiempo; en cualquier momento puede estallar, o matas, o te matan ¿Quién mejor ha adaptado esta filosofía que los cárteles? ¡LA VIDA NO VALE NADA! Unos cuantos momentos de excesos y poder; una breve probada de lo que el mundo dice son los placeres. Y si todos los buscan, ¿por qué no conseguirlos con la fuerza del fusil?
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