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septiembre 20, 2024

¿Son impecables tus creencias personales?

Hagamos un experimento. Te voy a compartir 10 frases que reflejan algunas creencias que las personas suelen tener. Léelas y anota en un papel cuántas de estas reflejan tu manera de sentir y pensar, y cuántas no. Más adelante te diré cómo interpretar tus resultados, ¿sale? Empecemos.

1. Necesito tener a mi lado a alguien que me ame. 2. Debo aprovechar bien mis cualidades y virtudes, de lo contrario me sentiría como un fracasado.

3. No tolero que la gente me haga menos en público, ya que para mí es importante mi imagen. 4. Si no tengo, o no tuviera, casa propia, no me sentiría satisfecho o satisfecha. 5. Es mi deber ayudar a mis padres, abuelos o hijos. 6. Tener buena salud es fundamental para ser feliz. 7. Si mi pareja me pusiera los cuernos, no podría seguir más en esa relación. 8. Si mi vida no fuese emocionante sentiría que mi vida es un desperdicio. 9. Entre más cosas buenas, más lleno estoy de paz y alegría. 10. No es bueno estar solo o sola, pues necesitamos de alguien que nos acompañe.

Si respondiste sí a más de cinco afirmaciones, es probable que tengas problemas emocionales, pues tiendes a sentirte fatal cuando las cosas no salen como tú quieres. Si respondiste sí a cinco afirmaciones o menos, procuras ver la vida de manera flexible: si las cosas salen como quieres, te parece bien y si no, ni hablar.

Sin embargo, si respondiste no a todas, ¡felicidades!, te has liberado de las ataduras y las presiones sociales, ya que las cosas no tienen que ser de cierta manera para sentir júbilo en tu corazón. ¿Te sorprende esto último? Así me sentí yo cuando leí estas frases en el libro “El arte de no amargarse la vida”, de Rafael Santandreu, pues hubiera jurado que la mayoría reflejaba creencias bastante razonables. Lejos de ello, el autor español afirma que se trata de creencias irracionales, pues si no llegan a cumplirse, originan un malestar neurótico en quienes se aferran a ellas.

Ojo, Santandreu no dice que no se trate de aspiraciones legítimas, pues lo son, pero también opina que ninguna es requisito indispensable para la felicidad y son, por lo tanto, prescindibles. Por ejemplo, la frase “Es mi deber ayudar a mis padres, abuelos o hijos” lleva una noble intención, pero si la vives como una obligación (“es mi deber”), te sentirás culpable cuando no puedas o quieras ayudarlos. O, si decimos “tener buena salud es fundamental para ser feliz”, es claro que la buena salud siempre será deseable, si bien es cierto que hay incontables personas que se consideran felices a pesar de ser poco saludables o, incluso, padecer serias enfermedades.

Santandreu nos invita, pues, a sacudirnos las creencias irracionales y sustituirlas por visualizaciones racionales. Así pues, en vez de pensar que es necesario tener muchas cosas para ser feliz, más productivo nos resultaría decirnos: “Me gustaría tener seguridad económica, pero no la necesito para gozar de la vida”. Otras visualizaciones racionales que propone el autor son: ayudar a los demás, hacer buenos amigos, profundizar en nuestra espiritualidad, hacer cosas artísticas, o cuidar mente y cuerpo. Son propósitos loables; si los cumplimos, bien, y si no, no pasa nada; la vida sigue siendo igual de maravillosa.

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