Podría asegurar que este fin de semana fue un éxito para muchas personas la celebración del Día del Amor y la Amistad, y que hubo de todo: flores, chocolates, abrazos, comidas, antros retacados, moteles casi llenos, declaraciones de amor, rupturas, peleas de pareja, discusiones familiares, soledad y ausencias. Sea lo que sea, el amor, la ternura, la amistad y el erotismo estuvieron presentes en el ambiente social. ¿Usted, cómo la pasó? ¿Festejó esta fecha o la pasó de largo?
Cuando la amistad asciende de categoría, el sentimiento de amor aparece y es bien recibido entre los jóvenes y las personas adultas. He de referirme al amor en un plano erótico y sexual, así como lo plantea el origen de la festividad. El erotismo, que en la imaginación nos conduce a un deseo sensual, de fantasía, con una carga de satisfacción emocional o sexual, por las sensaciones que provoca, por algo o alguien, sigue siendo algo delicado, con restricciones y prohibiciones, en la experiencia de los menores de edad, personas discapacitadas y adultos mayores o que se encuentran en la última etapa de vida. Para ellas solo hay el amor fraternal, de inocencia o el amor con ternura. En estas circunstancias, hay amores que nos asombran, por el entusiasmo al descubrir a la persona amada. Amores que se viven con torpezas, pero con exaltación y gran frenesí, que pueden llevar a la destrucción emocional de sí mismo o a mantenerse en un estado de melancolía.
Las primeras nociones de amor se van originando en las primeras relaciones de apego, sin una educación explicita y clara, solo receptiva y moldeada al deseo de ambos padres o de cuidadores. Se intenta controlar tanto las expresiones de agresividad como las manifestaciones afectivas no propias de la edad, construyendo, quizás, una emoción de temor o de egoísmo a futuras relaciones. Sigue vigente la premisa que plantea que todo conflicto de pareja conlleva un dilema de sexualidad y amor.
Los niños y las niñas pueden estar construyendo un amor a los demás por compromiso moral, más que por deseo propio. Luego, la exigencia de padres e hijos es por esa falta de amor que no se expresa en las familias y que debe darse, por el simple hecho de la relación de parentesco.
Así, los menores deben ser tiernos, cariñosos, bondadosos, amables y respetuosos, pero jamás tener conductas eróticas. Eso nos aterroriza. No dejo de escuchar en el consultorio las quejas de los padres porque los hijos deben estar en sintonía con las necesidades y deseos de ellos, a costa de sabotear su desarrollo e individuación, y exponiéndolos a tan temida prohibición del incesto.
El amor de los adultos mayores, entre ellos o con grandes diferencias de edad, es enriquecedor de las individualidades y mantiene una vida emocional más sana. Sí, es como revivir lo vivido o resignificar experiencias pasadas, donde la experiencia de los aciertos y errores previos crean un perfeccionamiento del sentido de bondad y amorosidad. El amor nunca es perfecto y las historias siempre son inacabadas, a menos que se olviden.
El amor prohibido, como el de los infantes, el de las personas con discapacidad y de los adultos mayores, siempre estará en tela de juicio moral por las mismas personas o por terceros.
En estos tiempos de debate por la inclusión-exclusión del sentido del amor y erotismo debería revisarse en cada etapa de vida y replantear posturas teóricas que se ajusten a la realidad. Quizás resolveríamos muchos conflictos a tiempo en lugar de cargarlos durante toda la vida.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.