Durante la tradicional Posada Sin Fronteras, migrantes pidieron la reapertura del Parque de la Amistad, ubicado en la frontera entre San Diego, Estados Unidos; y Tijuana, México
Feligreses de ambos lados del muro entre San Diego, Estados Unidos; y Tijuana, México; celebraron este sábado la tradicional Posada Sin Fronteras, en la que migrantes que aguardan al lado mexicano recrean el peregrinaje de José y María para pedir simbólicamente posada a Estados Unidos.
Se trata de un evento anual, que este año además incluyó carteles en los que los asistentes pidieron las reapertura del Parque de la Amistad, un espacio en el condado de San Diego, California; que antes de la pandemia era de encuentro de migrantes y sus familiares venidos de ambos países.
“La Posada Sin Fronteras es el recuento de la natividad de Jesucristo a través de un lente migratorio”, dijo a EFE el coordinador en San Diego, Pedro Ríos.
Subrayó que “en un momento en que los gobiernos cierran sus puertas a migrantes que buscan refugio, este evento cobra mayor importancia porque toma esta historia cristiana de la supervivencia del niño divino y sugiere que para persona migrante es divina y debe ser tratada con respeto y dignidad”.
Esta fue la edición 29 de Posada Sin Fronteras, con el tema de “Abriendo las puertas de nuestros corazones”.
La posada es una tradición que se celebra en México entre familiares y amigos entre el 16 y el 24 de diciembre. Algunos representan a la pareja que pide posada porque María necesita descansar para dar a luz, y otros se hacen de rogar, pero finalmente acceden a dar posada.
En la frontera entre California y México, en el lugar donde ambos coinciden con el océano Pacífico, la celebración está bajo discreta pero atenta vigilancia de la Patrulla Fronteriza.
Debido al cierre del Parque de la Amistad en el mismo lugar, los feligreses al lado estadounidense quedaron tan lejos del muro fronterizo, que sus cantos apenas se escuchaban al lado mexicano, donde contaban con un amplificador de sonido.
Para llegar a ese punto de la frontera de California, los feligreses caminaron unas cuatro millas.
Ambos grupos, a los dos lados de la frontera, cantaron villancicos, en un lado en castellano y al otro en inglés, aunque esta vez sin sostener un diálogo como en años anteriores, por la distancia en que quedaron separados.