Hace cinco años, en esta misma columna, pregunté: “¿Cómo desear a familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo un feliz y próspero año, cuando el 2018 inició con la jactancia de un loco como Kim Jong-un de que todo Estados Unidos está al alcance de sus armas nucleares y que tiene un botón nuclear en su escritorio; seguida de la respuesta-amenaza del no menos desquiciado protagonista de ‘Fuego y Furia’, Donald Trump, de que él también tiene un botón nuclear, pero mucho más grande y más poderoso que el del líder norcoreano… y que el suyo ¡Sí funciona!?”.
En aquel contexto, el Papa Francisco difundió la desgarradora imagen del pequeño que espera su turno para la cremación de su hermanito muerto por la bomba atómica de Nagasaki: “La tristeza del niño sólo se expresa en sus labios mordidos y rezumados de sangre”, aparecía escrito en la imagen difundida con motivo del fin de año… “Il frutto della Guerra”, escribió el Santo Padre.…
En esa publicación escribí también: “Y no sé porque, pero en medio de esto viene a mi mente Alexis, enfundado en su vestimenta de monaguillo; ese pequeño que desde hace varios años veo acolitar cada ocho días en la misa dominical. Su firmeza, a pesar de la inocencia propia de su edad, es similar a la del menor de la fotografía… solo que en la mirada tierna de Alexis –ajena a lo que sucede en el mundo y en nuestro país – y a pesar de un sinnúmero de carencias, hay vida y esperanza”.
Hoy, la amenaza nuclear continúa, solo que en voz de Vladímir Putin; en los primeros seis meses de la guerra de Rusia en Ucrania, según datos de la UNICEF, cerca de mil niños resultaron muertos o heridos… “Il frutto della Guerra”.
En el país, de acuerdo con el Balance Anual de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) 2022, “México suma una larga lista de actos de violencia desmedida contra las infancias y adolescencias que evidencia una grave crisis de derechos humanos, violencia y violencia armada en todo el territorio”.
Entre los datos reportados en el informe destaca que de enero a noviembre del 2022 se registraron mil 116 homicidios de niñas, niños y adolescentes (257 feminicidios y homicidios dolosos de niñas y mujeres adolescentes, 859 homicidios dolosos de niños y adolescentes varones); lo que singnificó un aumento del 3 por ciento en relación con el 2021.
Asimismo, durante los primeros nueve meses de 2022, “se registraron más homicidios por arma de fuego en contra de niñas, niños y adolescentes (754), que la cantidad total de homicidios intencionales registrados en todo un año en un país como Siria, que desde 2011 experimenta una guerra civil declarada y reconocida internacionalmente”.
Además de la violencia familiar, en 2022 se presentaron otras muchas formas de violencia contra las infancias: “secuestro, tráfico, violencia digital, ciberacoso sexual son parte de la realidad post pandémica”. Y mil 997 personas de 0 a 17 años de edad fueron víctimas de trata de personas.
Paralelamente, el balance refirió que el 2.4 por ciento de las mujeres de 12 a 17 años de edad en México tenía al menos un hijo en 2020; el 90.2 por ciento de la población indígena de 3 a 17 años vivía en situación de pobreza; y alrededor de una de cada cuatro personas indígenas de este mismo rango de edad no asistía a la escuela.
… Alexis pronto cumplirá 17 años; me dice que tiene muchas cosas qué contarme. Nos reunimos y apenas lo reconozco; le comento que no sé si ofrecerle una malteada o un café y sonriendo me responde: “Sigo siendo un niño”.
Y sí, veo la misma ternura de siempre en su mirada; aunque -constato- mientras lo observo beber la malteada, que dejó de estar ajeno a lo que sucede en el mundo y en el país…. Ya no es acólito en la iglesia, se fue de su casa, dejó la escuela y trabaja como ayudante de cocinero… su novia (un año mayor que él) tiene 6 meses de embarazo; viven en un cuarto rentado. Me dice que no quiere que su hijo viva lo que él ha pasado, que “no está padre”.
Me agradece el haberlo escuchado, le doy un fuerte abrazo y me ofrezco a darle “un aventón” a su chamba, porque una larga jornada laboral lo espera.
Mi corazón se siente “apachurrado”… y cinco años después vuelvo a preguntarme: ¿Cómo ver a la cara a Alexis – y a nuestros propios hijos- cuando fuimos nosotros quienes los trajimos a este mundo?