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noviembre 27, 2024

Límites emocionales y bienestar personal (parte tres)

Tal vez te haya sucedido: a) un amigo te pregunta si puedes hacerle un favor, b) lo primero que piensas es decirle que no, pues de verdad te encuentras hasta el tope de pendientes, c) sin embargo, llegado el momento, le dices que sí, pues no quieres verte como una mala persona. Como vimos, tenías una legítima razón para negarte y, sin embargo, accediste. ¿Por qué, pues, te castigas de esa manera?

Si situaciones como la anterior te suceden con alguna frecuencia, es posible que te cueste trabajo fijar tus límites personales, lo cual equivale , en términos coloquiales, a ponerte de tapete para que otros te pasen encima.

En su libro “Cuestión de límites” (2021), Nedra Glover Tawwab plantea que la clave para sostener relaciones personales sanas es, precisamente, delimitar con claridad nuestros límites emocionales. “Si dices que sí cuando quieres decir que no -señala-, puedes sentir que tu cuerpo te dice que algo no está bien en ti”. Tal vez sientas cierta rigidez en el vientre que te urge a no tomar la llamada de una persona que sabes que intentará sacar ventaja de ti. Si a pesar de ello lo haces, es tiempo de empezar a anteponer tus necesidades a las de los demás, sin importar que piensen que eres egoísta o desconsiderado.

Glover distingue tres niveles en los límites emocionales: poroso, rígido y saludable. En el nivel poroso los límites no han sido claramente definidos y tu resistencia es, por lo tanto, débil. Si, por ejemplo, un pariente que nunca paga sus deudas te presiona para que le prestes dinero, deberás hacerle ver que en esta ocasión no lo harás, pues le has perdido la confianza. Si insiste diciendo que “esta vez las cosas serán diferentes”, sal de la zona porosa y sostente en lo dicho. Al oportunista no le quedará más remedio que batirse en retirada.

Fijar los límites personales en el nivel de la rigidez tampoco es bueno, pues ello te podría llevar a la desconexión y al aislamiento. “Las personas con límites personales rígidos -señala la citada autora- no admiten excepciones a sus estrictas reglas”. Se ufanan, por ejemplo, de no prestarle dinero a nadie o se rehúsan a dar limosna con el pretexto de que “yo no mantengo vagos”. Todos conocemos a alguien así. En lo personal recuerdo que un acompañante me reclamó en una ocasión ¡porque había dejado “demasiada propina” en un restaurante en el que habíamos comido!

Para ubicarte en el nivel saludable, deberás permitir que tus límites emocionales se adapten a la situación presente: si la ocasión lo reclama, serás caritativa y no tendrás empacho en ceder ante otros, y si te sientes incómoda, tu respuesta será un no enfático, sin necesidad de justificarte.

Si te propones establecer con claridad tus límites emocionales, ten la seguridad de que otros intentarán derribarlos. Es posible que te reclamen: “¿No te parece que estás siendo injusta?”. O tal vez intentarán manipularte por medio del chantaje emocional: “¿Por qué no me dejas usar tu coche para ir por el mandado? ¡Yo te dejaría usar el mío si tuviera!”.

Si alguien ha intentado hacer cosas así contigo, ¿cuál ha sido tu experiencia?, ¿te sostuviste en tu postura o cediste terreno solo para después arrepentirte?, ¿cómo crees que reaccionarán ciertas personas cercanas si empiezas a ponerles límites sabiendo que están acostumbradas a salirse con la suya? En suma, ¿dirías que tus barreras emocionales son porosas, rígidas o saludables?

(Continuará la próxima semana)

Límites emocionales y bienestar personal (parte dos)

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