Estarás de acuerdo en que hablar del futuro es inevitablemente un asunto espinoso, por aquello de la incertidumbre. Para atenuar los riesgos, solemos recurrir a la imaginación para aminorar la ansiedad hacia lo desconocido. Pensemos en “Imagine”, la inspirada canción de John Lennon que nos lleva a atisbar un escenario en el que han dejado de existir las fronteras e impera la paz universal.
Desafortunadamente, el espacio entre la utopía y la distopía es peligrosamente estrecho. En contraste con Lennon, el pintor medieval El Bosco imaginó paisajes decadentes y descarnados, que lo situaron del lado de la desesperanza. Sus obras pictóricas dan vida a oscuros engendros que infringen torturas sin fin a sus víctimas humanas. El averno por él anunciado difiere del infierno bíblico, pero es igualmente terrorífico. El crítico de arte Nathan Dunne (2016) confirma lo anterior, al establecer que el artista flamenco concibe “monstruos andróginos con cabezas de león, mitad pájaros, que agitan sus espadas; mujeres atacadas por perros y hombres violados por demonios” (mi traducción).
Siguiendo una ruta diferente, Frederik Pferdt, un autor cuya visualización del futuro me he permitido seguir en esta serie, sintoniza de manera práctica con el porvenir, evitando los extremos antes mencionados. Su enfoque parte de un estado mental apalancado en el presente y a la vez orientado hacia el mañana. Su postura es, pues, optimista a la vez que realista.
Uno de los ingredientes del estado mental que Pferdt propone es la APERTURA SIN RESERVAS, un recurso utilizado por el futurólogo para trasmutar el devenir en opciones factibles. Desde esta óptica, la tendencia a cobijarnos en la tradición cancela la posibilidad de cambio y pone en riesgo el arribo de un renovador futuro.
“La inclinación a perpetuar el estado de cosas -señala- nos lleva a cerrar la mente a nuevas experiencias, por lo que caemos en el error de pensar que ya conocemos todo aquello que necesitamos saber” (De su libro “Lo que viene es ahora”, p. 60, mi traducción).
Otro rasgo distintivo del optimismo pragmático favorecido por el pensador alemán es la CURIOSIDAD COMPULSIVA, que nos lleva a explorar caminos insospechados. Ejemplo de ello son las ‘startups’, empresas que asumen el riesgo de explorar nichos de mercado ignorados por los grandes consorcios. “El sendero de la curiosidad -apunta el referido autor- es sinuoso, pues serpentea y cambia de rumbo bajo tus pies”. El incierto camino conduce por igual a la meta anhelada o a un callejón sin salida, destinos que solo podremos conocer si echamos a andar por territorio inexplorado.
La curiosidad compulsiva trabaja en tándem con la EXPERIMENTACIÓN PERPETUA, que nos permite poner a prueba las suposiciones que nos hacemos sobre un futuro que inauguramos paso a paso con nuestras acciones tácticas. Sin embargo, no perdamos de vista que la innovación rara vez surge de una brillante idea. Más bien, suele ser el fruto de una buena pregunta. Por ejemplo, ¿qué contraoferta podría hacerle el gobierno mexicano a Donald Trump para reducir el devastador efecto de los anunciados aranceles a nuestros productos? Una vez planteada la pregunta, evaluamos posibles respuestas para transitar hacia territorio seguro.
(Continuará la siguiente semana)
Referencias bibliográficas: Pferdt, F. (2024). “What’s next is now: how to live future ready.” Nueva York: Harper Business. / Dunne, N. (2016). “How Hieronymus Bosch’s hell lives on today”. “The Guardian” (Londres), edición del 27 de abril.
