free contador
martes, marzo 4, 2025
    GURÚESLa engañosa grandiosidad de la civilización europea

    La engañosa grandiosidad de la civilización europea

    En 1998, cuando el sueño de un mundo globalizado empezaba a convertirse en realidad, el Maastricht Center for Transatlantic Studies me extendió una invitación para impartir un curso en Holanda a un grupo de estudiantes universitarios de diversas latitudes, la cual acepté.

    En dicho espacio académico, argumenté que el poderío cultural de la civilización europea inevitablemente habría de venirse abajo con la llegada de las nuevas tecnologías de la comunicación, que habrían de abrir las puertas a la universalidad del conocimiento. Lo que Borges quizás hubiese llamado El Aleph Cibernético.

    Un libro reciente, escrito por una historiadora, valida mis sospechas de entonces. Subhadra Das, su autora, se aboca a la tarea de enumerar los mitos que erróneamente nos han llevado a creer que las ideas y valores emanados de Europa son más avanzados y sólidos que los de otras civilizaciones, incluida la mesoamericana.

    Señala Das que los europeos se ungieron como herederos únicos de la tradición helénica y romana para justificar su hegemonía cultural, declarándose a sí mismos como eje y ombligo del mundo civilizado. Valientemente, la autora desenmascara, de manera sistemática, las mentiras que por siglos contribuyeron a colocar en un pedestal a la ciencia, educación e ideas políticas emanadas de dicho sistema de creencias.

    La arrogancia de sentirse superiores, avalada por teorías “científicas” espurias, sirvió para alimentar su sed de expansión imperialista y las incontables víctimas del colonialismo europeo fueron reducidas al estatus de “noble salvaje”. Hugh Blair, un académico británico, ideó un esquema en el que dividió a las culturas en primitivas, antiguas y modernas. “Blair -apunta Das- estableció que los europeos modernos representaban la cúspide del desarrollo humano” (op. cit., p. 78).

    De ahí que no resulte casual que Sir Francis Galton, el científico más influyente de la época victoriana, fuese a la vez un rábido racista, convencido de la supremacía de la raza blanca. Ya en el siglo 20, Eugen Fischer, un antropólogo teutón, aducía que toda mezcla racial debía ser evitada en aras de preservar la “pureza” de la raza aria. Dicha creencia fue convenientemente recogida por los nazis, quienes se dieron a la tarea de masacrar sistemáticamente a 6 millones de judíos y a grupos de gitanos, no europeos y homosexuales en sus campos de exterminio.

    Durante mi estancia en Holanda pude constatar cómo mis colegas europeos, cordiales pero distantes, se seguían aferrando a un esquema de pensamiento del que se sentían amos y señores. El cuerpo docente, conformado por varios profesores de aquellos rumbos y un estadounidense, me dejaba a mí como el único representante del resto del mundo. Las conversaciones a la hora de la comida eran invariablemente monopolizadas por los europeos y mi colega germano no tuvo empacho en declarar que el sistema educativo alemán era, sin lugar a dudas, “el mejor del mundo”. Rutinariamente excluidos, el norteamericano y yo acabábamos intercambiando impresiones por nuestro lado.

    Referencia bibliográfica: Das, S. (2024). “Uncivilised: ten lies that made the West”. Londres: Hodder & Stoughton.

    En defensa del vilipendiado 2024 (parte 2 y última)

    Edición del Día

    Mantente informado

    Suscríbete a nuestro newsletter y recibe las últimas noticias gratis.

    Más contenido

    Más noticias