Colombia 6 de marzo de 1927, un aguacero torrencial cae sobre las bananeras que rodean un pequeño pueblo llamado Aracataca, ese día nació Gabriel García Márquez. Noventa y cinco años más tarde, recordamos al Premio Nobel de Literatura, autor de una obra maestra, que le dio la vuelta al mundo.
“Desde que nací sabía que iba a ser escritor, quería ser escritor, tenía la voluntad, la disposición, el ánimo y la aptitud para ser escritor. Siempre escribí, nunca pensé que pudiera hacer otra cosa. Nunca pensé que de eso pudiera vivir; yo estaba dispuesto a morirme de hambre para ser escritor”, dijo García Márquez en 1998 para el canal Encuentro, de Argentina.
El narrador obstinado, capaz de todos los sacrificios por escribir, creó con “Cien años de Soledad” una nueva visión del mundo. A través del realismo mágico convirtió a Macondo, un pueblito del Caribe, en un continente.
Como toda gran historia, la del Gabo, comenzó por “el principio”, tal como el escritor lo cuenta en su libro “El amor en los tiempos del cólera”, Luisa Márquez, hija del coronel Nicolás Márquez, se enamora del telegrafista de su pueblo, Eligio García. El coronel y su esposa, Tranquilina Iguarán, se oponen a la unión, a pesar de todo los enamorados se casan. Luisa le pondrá el nombre de Gabriel a su primer hijo y para sanar la herida de su padre, le confía a su hijo. Hasta los 8 años, Gabriel García Márquez vivió con sus abuelos maternos en Aracataca.
De acuerdo con su testimonio, la infancia del Nobel estuvo marcada, desde su nacimiento, por el realismo mágico.
“(Mi abuelo y yo) éramos los dos únicos hombres de una casa, donde había muchísimas mujeres; para mí era una vida muy curiosa, porque las mujeres, presididas por mi abuela, vivían en un mundo sobrenatural. Un mundo fantástico donde todo era posible, donde las cosas más maravillosas eran simplemente cotidianas y yo me acostumbré a pensar así”, explicó el Gabo.
Para complementar el “mundo fantástico”, el escritor tenía también la rigidez de su abuelo, el coronel, “mi abuelo era probablemente el ser más concreto que yo conocí, sus historias eran las historias de la Guerra Civil; me hablaba como si yo fuera un adulto.
“Mi infancia estuvo repartida entre esos dos mundos, el del abuelo que era muy concreto, con el que yo pasaba la mayor parte del día y el de las mujeres, que era un mundo fantástico con el que yo me quedaba solo de noche”.
El mundo que para García Márquez representó Aracataca, quedó grabado en su memoria para siempre. En “Cien años de soledad” reprodujo los rostros, las historias, los nombres, los aromas, una nostalgia de la que nunca pudo liberarse. Ni escribiendo 11 novelas, 37 cuentos, una obra de teatro y 2 guiones de cine.
En sus memorias, Gabriel García Márquez plasmó cómo el viaje que realizó con su madre, de vuelta a Aracataca, fue determinante para su vida y para su literatura.
“Nunca hubiera podido imaginar que el viaje de dos días, para vender la casa de los abuelos en Aracataca, iba a ser tan determinante para mí que la más larga y diligente de las vidas, no me alcanzaría para acabar de contar”, se puede leer en el primer capítulo del libro “Vivir para contarla”.
Los recuerdos de la infancia, la soledad de Bogotá, que sobrellevó leyendo, y Kafka, fueron los principales factores que influyeron para que el Nobel escribiera sus primeros cuentos.
“Trataba de escribir cuentos pero yo sentía que conocía el argumento de las historias pero no las sabía escribir, todos mis intentos eran fallidos, les faltaba algo”, dijo García Márquez, momentos antes de descubrir a Kafka y su “Metamorfosis”.
“Recuerdo que me acosté con un librito pequeño, amarillo, lo abrí y decía: “Una mañana después de un sueño tormentoso, Gregorio Samsa, se encontró convertido en un gigantesco insecto”. Lo recuerdo como si me hubiera caído de la cama en ese momento, fue una revelación, me dije, “si esto se puede hacer, esto me interesa”, yo pensaba que eso no se podía hacer. Encontré un método para contar, que yo no tenía, a partir de ahí escribí mi primer cuento, el primero que se publicó, “La tercera resignación”.
“A partir de ese momento, todas mis novelas se orientaron en ese sentido, la novela contemporánea y ahí me quedé, nunca pude salir”, contó el escritor.
Así fue el comienzo de una de las mejores narrativas que ha tenido la lengua española. A 95 años de su nacimiento, el nombre de Gabriel García Márquez sigue sonando con fuerza, su narrativa y realismo mágico trascenderán tiempos y lugares, eternamente.
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