“Señor Mcgee, no me haga enojar, no le gustaría verme enojado”. Bruce Banner
¿Cuál es la peor cosa que has hecho? ¿A quién se la hiciste? ¿Lo hiciste por enojo, por malicia o por supervivencia? ¿Fuiste tú, el alcohol o la criatura viviendo dentro de ti?
Egor Abramenko nos presenta “Sputnik”, película que narra la historia del cosmonauta Konstantin Veshnyakov (Pyotr Fyodorov), quien regresa a la tierra después de una misión espacial, y de la doctora Tatyana Klimova (Oksana Akinshina), quien es reclutada por un coronel del ejército soviético (Fedor Bondarchuk) para tratar a Veshnyakov después de un accidente durante el procedimiento de reingreso atmosférico.
Inicialmente la doctora asume que se tratará de un caso más de estrés postraumático, pero eventualmente se nos muestra a la audiencia, junto a Tatyana, la verdadera situación de Konstantin: cada noche, una criatura que habita dentro de él lo seda para después salir del cuerpo del cosmonauta y actuar de forma autónoma durante unas horas, para más tarde regresar y volver a introducirse en el esófago de su anfitrión. Y aunque todo parece indicar que Konstantin no tiene noción de todo lo que sucede cuando la criatura abandona su cuerpo, la doctora se pregunta si en realidad la criatura alienígena es un parásito o si existe una relación simbiótica entre el extraño ser y el cosmonauta.
A lo largo de la película vemos cómo Veshnyakov comienza a dar muestras de no solo saber lo que pasa cuando está inconsciente si no de tomar parte activa en las decisiones y en los actos perpetrados por la criatura. Es en este punto de la película cuando el coronel que originalmente reclutó a Tatyana revela lo que realmente quiere de ella: su ayuda para utilizar a la criatura y su vínculo con Veshnyakov como un arma que puedan controlar. El cosmonauta y la doctora se ven obligados a afrontar sus realidades y decidir qué tan lejos están dispuestos a ir con tal de sobrevivir.
Con un presupuesto de apenas 2.6 millones de dólares, Abramenko se ve obligado a usar todos los métodos clásicos de la ciencia ficción de bajo presupuesto: mucho humo para ocultar efectos especiales, acercamientos a los rostros en lugar de a la acción y el efectivo corte que utiliza menos presupuesto que cualquier efecto práctico que hubiese tenido que filmar. Sin embargo, la atmósfera y los temas de la película son suficientes para mantener la inmersión a pesar de todos esos clichés.
Al igual que el heróico cosmonauta Konstantin Veshnyakov, cuántas veces no sabemos, o pretendemos no saber, la naturaleza de nuestros actos. Y es que querer negar nuestras responsabilidades, sobre todo cuando hacerlo tendría consecuencias, es una de las reacciones más naturales que existen. Hasta los perros saben que hacerse pendejos a veces ahorra muchos problemas. Abandonar un hijo en vez de abandonar un sueño, asesinar a alguien en beneficio de la patria o destruir vidas en nombre del progreso son solo distintas formas de evitar y aventar responsabilidades.
Como dijo una sabia chinita: el mundo sería un mejor lugar si cada quien se hiciera responsable de sus actos.
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