Tempestad

Por: La Lazarilla

1. f. Tormenta grande, especialmente marina, con vientos de extraordinaria fuerza.

Existieron, existen y existirán historias de vida que nunca podemos siquiera imaginarnos. Leyendas que cargan con el peso de las malas decisiones de todos nuestros antepasados y que por ello se ven inmersos en incesantes tormentas. Tempestad de las que muchos de nosotros nunca nos enteraremos porque el tejado del privilegio nos mantiene secos.

Existen narrativas capaces de dejarnos ver aunque sea la punta del ‘iceberg’ de estas injustas situaciones, sembrando la semilla entre los curiosos que, habiendo sido tocados por el relato, logren materializar la consciencia y la empatía para transformar paradigmas sociales, porque nada es para siempre y todo cambia, como dice Mercedes Sosa, pero para ello primero hay que señalarlo, SENTIRLO y después transformarlo.

La celebrada directora Tatiana Huezo entrega en “Tempestad” una difícil pero honesta pieza que logra retratar la violencia que viven los ciudadanos de un país como México. Con una brutal voz que decide que el peso de la imaginación perfile los relatos de las sobrevivientes, Tatiana Huezo optó por narrar este documental sin imágenes violentas literales, pues durante todo el documental solo nos toca ver las secuelas de esta violencia al unísono de los relatos y esto a cuadro es aún más desgarrador para nosotros como audiencia, porque no solo estamos escuchando qué fue lo que les tocó vivir a estas mujeres, sino cómo esto las dejó marcadas para siempre.

Retratada en temporada de lluvia y con una ‘voice over’ de la protagonista, a quien nunca vemos, esta película de no ficción logra transmitir, a través de un viaje en autobús que comienza en el norte del país y culmina en el sur del mismo, la desesperanza e injusta situación que viven muchos ciudadanos mexicanos.

Al restarle el rostro a su protagonista, Tatiana le suma a la pieza todos los nuestros, porque su pasado se convierte en el presente y futuro de tantos mexicanos, que, como las protagonistas, vivirán situaciones similares.

La propuesta de Huezo se siente en el alma: no solo se trata de narrar por causar un mórbido impacto, se trata de que todos los que nos sentemos a ver esta pieza nos encontremos en el espacio lúgubre y húmedo en el cual viven todos los que han sido tocados por la violencia del crimen organizado para poder empatizar y reconocer nuestros privilegios, y así, por fin sacar la voz que nos conceden los mismos para volvernos partícipes de un cambio activo. Porque el reconocer otras realidades nos hace empáticos y cuando entendemos el porqué del otro, todos esos paradigmas absurdos mueren para dar pie a un espacio aunque sea solo un poco más humanamente habitable.

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