De cultos y otras ponzoñas

Julio Ortiz Galimberti

“Solo cuando estés limpia sentirás mi poder”- Dennis Reynolds

Nadie escoge dónde nacer. Un sorteo cósmico decide entre la opulencia o la miseria, el mar o la montaña, Reikiavik o Salt Lake City. Ninguna de las mujeres que nacieron y siguen naciendo en la comunidad fundada por el padre de Warren Jeffs decidió nacer ahí. Mucho menos, ser parte de una comunidad sexista y polígama, donde las mujeres son tratadas más como cabezas de ganado que como seres humanos.

“Sé dócil: oración y obediencia” es una miniserie documental de Netflix que nos presenta cómo, a principios del siglo 20, Rulon Jeffs decidió separarse del mormonismo tradicional para formar una secta. La Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está basada en la creencia de que Dios le da a sus hijos, varones, claro, el derecho inalienable a tener cuantas esposas deseen. Además de fundador, Rulon tomó el papel de profeta, que significaba que Dios hablaba directamente con él para decirle quién debía casarse con quién. Años más tarde, el hijo de Rulon, Warren Jeffs, quien lo sucedería como profeta tras su muerte, resumiría la situación de la forma más concisa y escalofriante posible: “Ir en contra de mi voluntad es ir en contra de la voluntad de Dios”.

Según el documental, además de creer que mientras más esposas tuvieran mayor sería su nivel de santidad en la vida eterna, Rulon y sus seguidores afirmaban que bastaba con que una niña alcanzara la adolescencia para que pudiera contraer matrimonio con quien el profeta decidiera y autorizara.

Cuando Rulon falleció, dejó atrás 65 viudas y 65 hijos. Muchas de sus esposas tuvieron la “suerte” de ser escogidas por Warren para ser sus esposas; después de todo, él era el nuevo profeta. Por el contrario, muchos de los medio hermanos de Warren, sobre todo aquellos que él percibía como amenazas a su autoridad, fueron expulsados de la comunidad una vez que Warren asumió el poder dentro de la secta. Las esposas y las familias de los varones expulsados eran entregadas a otros hombres, por lo general cercanos a Warren, usando así a mujeres y niñas por igual como moneda de cambio para afianzar su poder sobre la comunidad.

A través de historias contadas por un puñado de miembros que lograron escapar de alguna u otra forma de la comunidad o fueron expulsados por Warren o algún otro miembro del alto orden jerárquico del culto, podemos adentrarnos un poco en las dificultades extremas que puede presentar nacer dentro de una comunidad así. Uno de los medios hermanos de Warren, después de haber sido expulsado de la secta, nos dice: “Cuando te enseñan algo desde que naces y te lo dicen tu mamá y tu papá, les crees, porque son tus padres”.

¿Qué es la normalidad? Si lo normal es todo lo que vemos, vivimos y percibimos con cotidianidad, entonces no hay nada que, pasando suficiente tiempo, no pueda normalizarse. La violencia, la corrupción y el saqueo son ejemplos latentes de conductas deleznables que con el paso de los años se han normalizado tanto que ya ni siquiera cuestionamos si realmente deberíamos enorgullecernos de decir que “el que no tranza no avanza”. ¿Cómo podríamos esperar que un grupo de personas nacido y crecido dentro de una comunidad tan aislada, sin conocimiento alguno de cómo funciona el mundo fuera de su congregación, se cuestione su normalidad?

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