Según registros históricos, en 1880 el General Gaspar Sánchez Ochoa apareció como dueño de esta maravilla natural y buscó aprovechar las riquezas de azufre que yacían en su interior.
En aquel entonces, los periódicos de la Ciudad de México informaron sobre la venta del volcán y los terrenos adyacentes a este sitio emblemático. En 1889, se mencionó un acuerdo comercial en el que el ingeniero, general y magistrado militar Gaspar Sánchez Ochoa cedió la propiedad por la suma de 500 mil pesos en oro nacional.
El rumor de la venta del Popocatépetl se intensificó a principios del siglo XX, generando preocupación y protestas. En 1900, la Sociedad Agrícola de Santiago Xalizintla de Cholula expresó su descontento al enterarse de la supuesta venta del volcán, ya que afectaría sus derechos sobre los deshielos de la Hacienda de Tlamacas y las franjas de terreno necesarias.
Finalmente, en 1903, tras sortear problemas legales, el propietario y socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística decidió vender el Popocatépetl a una compañía estadounidense. La noticia sorprendió a muchos lectores, quienes llegaron a creer que se trataba de un engaño publicitario.
En octubre de 1904, el periódico El Tiempo publicó una noticia impactante: “Venta del Popocatépetl. Negocio Consumado”. Según el artículo, el notario Gil Mariano León realizó la escritura de venta por un monto que oscilaba entre los 250 mil y los 300 mil pesos oro, y se aplicaron parte de los fondos al pago de deudas garantizadas por el vendedor.
Sin embargo, los problemas surgieron cuando el comprador incumplió los pagos acordados. Ante esta situación, se hizo efectiva una cláusula en el contrato de compra-venta que establecía que, en caso de incumplimiento, la propiedad del Popocatépetl regresaría a su dueño original.
Gracias a la morosidad de los compradores y a los eventos revolucionarios prolongados, el famoso volcán volvió legalmente a manos mexicanas. No obstante, en 1930, Daniel M. Vélez alertó a las autoridades sobre la posible venta de la montaña humeante a un “caballero extranjero”, instando a las dependencias gubernamentales a adquirir este tesoro nacional y otros volcanes importantes del país.
Aunque la historia del Popocatépetl como propiedad privada puede parecer sorprendente, actualmente el volcán es un símbolo nacional y un tesoro natural protegido, representando la belleza y la majestuosidad de México para el disfrute de todos.
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