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Del miedo al aprendizaje; COVID-19 deja lecciones de vida

El confinamiento a causa de la pandemia ha obligado a las personas a reinventarse en lo personal y en lo profesional para salir adelante

Transformar el miedo y la angustia en confianza y aprendizaje son algunos sentimientos que experimentan varias personas que hacen frente al confinamiento en casa por la contingencia sanitaria del COVID-19.

Durante el tiempo que va de la pandemia, el cronista de Querétaro, un ama de casa, un músico y el vicario general de la Diócesis de Querétaro narran cómo han tenido que reinventarse en lo personal y en lo profesional para salir adelante.

Dejar fluir los sentimientos para no enfermar…

Andrés Garrido Del Toral, cronista del estado y cronista del municipio de Querétaro, explicó que desde el inicio de la contingencia decidió hacerse la prueba para descartar que tuviera coronavirus a pesar de que no presentó síntomas, pues de él dependen seis “mujercitas”: su esposa, hijas y nietas.

Como su labor es de escritorio, no le costó trabajo acatar la recomendación de quedarse en casa, tiempo que aprovechó para realizar tres libros, aunque narró que con todo el dolor de su corazón decidió confinarse en su casa de campo, mientras su hija menor se quedó sola en su hogar y su esposa permanece en su rancho.

“Fue triste separarme de mis hijas y nietas, las extraño mucho porque son el motivo de mi vida, sin embargo, fui responsable y decidí permanecer solo”.

Aclaró que más que miedo a morir le preocupan la pobreza y la inseguridad a la que se enfrentará la población entre febrero y marzo del próximo año, a causa del desempleo.

Reconoció que la madre tierra está cobrando la factura por todo el daño que la humanidad le ha causado, a pesar de que, históricamente hablando, esta no ha sido la pandemia más sangrienta, pues antes estuvo el cólera-morbo y la gripe española, que se vivió a principios del siglo 20 y dejó más de 300 queretanos muertos al día.

Ante la muerte, Garrido del Toral dejó fluir sus sentimientos porque sabe que si los guarda, se enferma; por ello, debe afrontar el dolor sin resistirse y dejar escurrir sus lágrimas y emociones para posteriormente recuperarse.

Ver siempre el lado bueno a la vida…

Ena Madrigal Barajas, madre de tres niños, reconoció que al principio fue muy difícil tener que combinar sus actividades y quehaceres con las actividades escolares de sus hijos.

“Me pasó como en los memes… me quedé desmayada y me dije ‘¡no, no puede ser posible!’. Yo ya tengo mis actividades en la mañana, mis quehaceres y mis ocupaciones con horario y de repente se vino todo esto y casi me desmayo”.

Y, a pesar de lo complejo que al inicio fue acoplarse a las actividades de sus hijos, tareas, limpieza de la casa, hacerse cargo de comprar el material que ocupan los albañiles que están terminando de construir su vivienda, la comida y lavar trastes, esta situación le enseñó que su prioridad es atender a sus pequeños y estar al pendiente de sus necesidades.

“La verdad es que somos bendecidos y afortunados de tener una casa grande y por ese lado no me siento agobiada y aunque sí es más pesado, mis hijos se acoplan muy bien para jugar, hacer travesuras y pelear”.

Explicó que al principio, aunque ya no, le generaba mucha impotencia y coraje escuchar que familias enteras acudían al parque que está atrás de su casa y no respetaban el confinamiento.

“En una ocasión llamé al 911, pero solo me dijeron que lo único que podían hacer era llamarles la atención; después me relajé porque finalmente yo no sé cómo viven, quizás en un espacio de cuatro por cuatro, y definitivamente para ellos el parque es la única forma de fugarse de la realidad y sobre todo entendí que la única que se ponía mal del coraje era yo”.

Esta situación le permitió darse cuenta de que es necesario ser solidario con la gente que lo necesita, pues muchas personas, entre ellas la persona que le ayuda, si no trabajan no ganan dinero y, como muestra de solidaridad, decidió seguir pagándole su sueldo sin que fuera a ayudarle en la limpieza de su casa.

“Estoy aprendiendo a ser más humana y solidaria, a ver siempre el lado bueno a la vida, a no ver noticias por televisión, porque me da mucha ansiedad escuchar las sirenas, y a mantener el mejor estado de ánimo para que, como dice la canción, volvamos a juntarnos”.

Tuve que reinventarme…

A Juan Pedro Ibarra, vocalista del grupo Katua, la contingencia lo orilló a reinventarse profesionalmente hablando, pues al tener que permanecer en casa porque su actividad no es esencial, tuvo que buscar otra forma de generar ingresos.

“Como lo único que sé hacer, académicamente hablando, es componer canciones y como todos mis conocimientos y habilidades van hacia la música, tuve que reinventarme y recurrir a cosas que aprendí en la vida, como el manejo de ‘marketing’ a través de redes sociales, que son cosas con las cuales como músico también me vi obligado a aprender, porque la realidad del artista contemporáneo es muy diferente al artista de los 70, 80 y 90, entonces el artista que no tiene la capacidad de infraestructura para producirse, publicitarse y venderse a sí mismo, está prácticamente enterrado”.

Dijo que su caso es muy peculiar porque tiene entre 18 y 20 años dedicándose a la música y parte del proceso creativo de un compositor es estar encerrado.

“Estoy acostumbrado, aunque esta situación que estamos viviendo me afecta psicológicamente porque no está en mis manos decidir cuándo salir del encierro”.

El joven especialista en trombón narró que sus amigos y familiares se han planteado cosas que nunca pensaron, como si les gustaba o no su trabajo, si deberían dedicarse más a viajar y menos a preocuparse o si eso que estudiaron realmente ha sido lo que querían.

La fe se vive aunque los templos estén cerrados…

Finalmente, Martín Lara Becerril, vicario de la Diócesis de Querétaro, explicó que al principio de la contingencia experimentó miedo, al creer que podría estar enfermo de COVID-19 y contagiar a otras personas.

“Los primeros días tuve miedo, sobre todo con toda la información que surgió del COVID; creo que todos en general no conocíamos esta experiencia, entonces sí tenía temor de estar contagiado”.

Reconoce que esta situación le permitió darse cuenta de que las iglesias son necesarias, pero no indispensables o esenciales, porque la fe se vive a pesar de que los templos estén cerrados.

Suman mil 904 casos y 261 muertes por COVID-19 en el estado de Querétaro

Katia Lemus

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