Estrés, ansiedad, irritabilidad y hasta agresividad son algunos de los síntomas a los que se enfrentan los niños y adolescentes durante el encierro por el COVID-19
Ansiedad, estrés, irritabilidad y agresividad, son algunos de los síntomas que los estudiantes, principalmente de primaria y secundaria, enfrentan a cinco meses de confinamiento, lo cual se verá reflejado no solo en su estado de ánimo, sino también en su rendimiento escolar.
Guadalupe Montes Lugo, especialista en psicología educativa y en adolescentes, aseguró que los niños de primaria y los jóvenes de secundaria que mantenían una expectativa de que el regreso a clase el 24 de agosto sería de manera presencial, atravesarán por una situación de estrés y ansiedad que podría verse reflejada en su rendimiento escolar.
“Había mucha expectativa entre los chicos de primaria y secundaria, sobre todo de volver a ver a sus amigos, de salir al patio de recreo, jugar, abrazar y platicar con sus amigos, y al no hacerlo, entonces se viene una cuestión emocional muy fuerte, porque también detecto mucha incertidumbre que ha detonado en cuestiones de estrés y ansiedad en ellos”.
Explicó que estas emociones que experimentan los niños y adolescentes mucho tienen que ver con lo que perciben en casa y lamentablemente por la contingencia sanitaria del COVID-19 hay muchos casos de desempleo que derivan en problemas económicos y conflictos entre los padres.
“Los niños de primaria y secundaria perciben mucho el ambiente de casa, entonces desafortunadamente ahorita en los últimos dos meses se ha incrementado mucho el desempleo; a muchos trabajadores los descansaron sin sueldo y a otros les bajaron el sueldo, y obviamente, aunque los adultos traten de ocultarlo, los pequeños se dan cuenta absolutamente de todo; entonces yo percibo una emocionalidad fuerte en cuanto a las expectativas no cumplidas de los chicos de primaria y secundaria”.
Reconoció que tomando en cuenta la cuestión emocional, se espera, de parte de los niños y adolescentes, una energía baja, apatía y un estado de irritabilidad, por lo que consideró necesario trabajar mucho en la fortaleza de los padres.
“Hay que estar muy al pendiente, sobre todo de los estados melancólicos que vayan generando los chicos, porque la melancolía es la antesala de la depresión, entonces, hay que estar muy al pendiente de ellos, sobre todo de los chavos entre 11 y 15 años de edad, porque en esa tapa hay un movimiento muy fuerte emocionalmente respecto a la identidad y a la pertenencia y al dejar de ver de la noche a la mañana a sus amigos y compañeros de clase se les arrebató ese sentido de pertenencia, lo que podría verse reflejado en una cuestión de agresividad”.
Afirmó que las emociones son como un tren: van con todo y no se pueden detener, por eso hay que dejarlas fluir, aunque consideró que es necesario cuidar las formas, es decir, una cosa es estar enojado y otra muy diferente es hablar con palabras altisonantes o inclusive tener un brote violento de mucha agresividad.
“Desgraciadamente sí se han presentado casos, no tengo una estadística, pero dentro de mi experiencia y del trabajo que he hecho en estos meses dentro y fuera de la escuela y en el consultorio, sí han sucedido casos; de pronto chicos que eran más tranquilos, de repente están sacando emocionalidades que antes no tenían o expresión de emociones que no son gratas donde se ha llegado a insultar a los padres”.
Destacó que para hacer frente a esta situación, especialistas a nivel mundial que trabajan la parte psicológica y emocional con chicos y grandes están recomendando la cuestión espiritual y que nada tiene que ver con cuestiones religiosas.
“La parte emocional ligada a la espiritualidad nos lleva al autoconocimiento, es como una reconciliación con nosotros mismos; por eso los especialistas proponen que los chicos empiecen a trabajar la meditación, que no es otra cosa que aprender a respirar para sacar emociones de ira y coraje y ansiedad, y tratar de controlar la respiración para poco a poco controlar los latidos del corazón y empezar a sentirnos tranquilos para que nuestra mente se abra y piense de una manera más calmada”.
Consideró que será necesario tener una introspección profunda como padres respecto a qué han hecho y no se trata de sentirse culpables, porque la culpa no sirve de nada y solo los paraliza; es más bien hacerse responsables, porque eso los orillará a actuar para remediar las cosas.
“Creo que esta introspección que podamos tener como adultos podría dar pie a buenas decisiones en la educación formativa con nuestros hijos y en la forma de cómo los podemos apoyar en estos momentos y en estas circunstancias”.
Necesario, establecer horarios para crear hábitos
Alim Monserrat Landa Medina, psicóloga educativa y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), reconoció que durante el regreso a clases, los estudiantes de primaria y secundaria enfrentarán problemas de distracción y bajo rendimiento escolar.
“Algunos también enfrentarán actitudes de agresión y otros a lo mejor se volverán un poco retraídos ante situaciones de estrés, pero uno de los focos rojos es justamente el bajo rendimiento escolar y no solamente por el encierro, sino porque no es lo mismo que la maestra esté, a que la mamá, porque es un estrés diferente”.
Aseveró que el reto al que se enfrentan en este regreso a clase es el de retomar los horarios, las clases presenciales y establecidas, y con una normalidad totalmente atípica, donde se podrá, quizás, ir ciertos días a la escuela y solo con cierto número de estudiantes.
“Esto, aunado a que deberán traer en todo momento cubrebocas, seguir los protocolos de seguridad e higiene, y con la consigna de que no podrán tener tanto contacto con sus compañeros, lo que para ellos representará el no poder abrazarse. Uno de los retos es la prevención, el que los niños van a regresar, pero van a regresar a un ambiente muchas veces de nervios, porque hay niños que le tienen mucho miedo a salir por todo lo que se escucha y porque saben que el coronavirus es una enfermedad que mata”.
Dijo que es importante que los padres establezcan horarios, es decir, si los niños entran a las nueve y salen a las 12:30 o 13:00 horas, que lo cumplan como si estuvieran yendo a la escuela.
“Será necesario que los niños tengan horarios establecidos, que a lo mejor puedan cumplir hasta la hora del recreo; tengo varias conocidas que han hecho esta dinámica y les ha funcionado muy bien, desde el hecho de ponerles el uniforme y que lleven su mochila, aunque sea del cuarto a la mesa, porque es muy importante crear hábitos porque dan una estructura para poder sentirnos seguros”.