El máximo ídolo del futbol en Argentina, Diego Armando Maradona, falleció este miércoles a los 60 años, dejando un legado inigualable en el futbol
“No llores por mí, Argentina”, dice una de las canciones del musical Evita, que hoy, tras la muerte de Diego Armando Maradona, parece que resuena con mayor fuerza, pues “El Pelusa” unió su mano a la de Dios.
“El Diego” se fue después de 60 años, después de regar el campo de juego con la magia de sus pies, de erigir una religión, de consagrarse como el “D10S” del futbol…
Se fue el un héroe que parecía imbatible hasta que se cruzó con las drogas.
Comenzó con los Cebollitas, a los nueve años, para después pasar a los Argentinos Junior, con los que trazó con picardía y una zurda privilegiada su historia, que llegó a la albiceleste, al Barcelona y al Napoli, su Napoli.
En México 86, en cuartos de final, Maradona le regresó la sonrisa a los argentinos, en el denominado “El partido”, ante Inglaterra, país ante el que se rindieron cuatro años antes, en la guerra de las Malvinas, luego de perder a 649 pibes.
En ese duelo, “El Diego” tocó el cielo con “La mano de Dios”, uno de los engaños más famosos del futbol, pero, como reivindicación, cuatro minutos después volvió a engañar, pero esta vez a cinco defensas y al portero inglés para hacer el “Gol del siglo”, que hasta la fecha sigue haciendo desbordar de pasión; “el gol soñado”, señaló Maradona.
Al final de ese Mundial, alzó la copa por todo lo alto en el estadio Azteca, que se rindió a los pies del mejor futbolista de la FIFA.
Cuatro años después, regresó a una final mundial, tras eliminar en semifinales a Italia, el anfitrión y favorito, por lo que los hinchas lo querían ver derrotado y así fue cayó ante Alemania y los fanáticos que habían coreado su nombre en el Napoli, se alegraron de su desventura.
Su aureola de dios se vio manchada por los casos de dopaje, el más recordado, en el Mundial de EUA 94, cuando señaló: “me cortaron las piernas”, piernas que él había empezado a cortar tres años antes, cuando lo castigaron por primera ocasión por dopaje, problemática que lo llevó al retiro en 1997.
Su paso por México como entrenador fue efímero, pero alcanzó a escribir su nombre con Dorados, al llevarlos a dos finales del Ascenso, pero como llegó se fue: sin avisar, ni despedirse.
Su última aparición en público fue el 30 de octubre, por su cumpleaños 60, en el debut de Gimnasia y Esgrima La Plata, el equipo que dirigía; ahí se le vio desmejorado y para inicios de noviembre pasó por el quirófano, luego de que se le detectó un hematoma subdural.
Ayer, después de una descompensación, se reportó su fallecimiento, por el que el gobierno argentino decretó tres días de luto nacional y una despedida en Casa Rosada.
“El Diego” era un dios de carne y hueso, a quien Lionel Messi despidió como lo que fue: el más grande de Argentina. “Nos deja, pero no se va, porque “El Diego” es eterno”.