Siempre se ha dicho que ser madre es una tarea de 24 horas por siete días, pero a partir de marzo de 2020, que inició la contingencia sanitaria por COVID-19, esto ya no solo fue cliché, sino también una realidad.
El ínfimo espacio de libertad que tenían algunas madres mientras sus hijos iban a la escuela se terminó, pues asumieron el único rol que les faltaba: el de ser maestras; así, miles de mujeres quedaron atrapadas en sus hogares junto con sus pequeños, en medio de la responsabilidad completa de la educación, la alimentación, el descanso, el entretenimiento y la terapia.
Este es el caso de Mireya Salud Pineda Pimentel, quien reconoce lo difícil que ha sido ser mamá en tiempos de COVID-19, pues incluso desde un mes antes de la pandemia, en febrero, ella ya estaba en confinamiento porque a uno de sus hijos le dio varicela.
Su día, narró, inicia a las seis y media de la mañana y termina alrededor de las 12 de la noche; y en ese lapso se hace cargo de sus papás, sus hijos y su esposo.
“Desde las seis y media que me levanto, le avanzo lo más que puedo en los quehaceres de la casa: barro, trapeo y lavo algunos trastes que se hayan quedado de la noche anterior; incluso, en la tarde le avanzo un poco con la comida del día siguiente”.
Explicó que cuando ella se levanta, también lo hace su esposo y juntos se toman un café, posteriormente prepara el desayuno y procura que sus papás también lo hagan antes de que ella inicie con las actividades escolares de sus hijos.
“Como mi mamá no se puede levantar de la cama, yo la atiendo y le doy de desayunar temprano para que tome sus medicamentos con algún alimento”.
Agregó que está al pendiente de que su hijo Jesús Eduardo, de ocho años, esté listo para sus clases en línea y también lo está de las actividades escolares de Abraham Emmanuel, de cuatro años.
Reconoció que entre el encierro, el atender a sus papás, quienes ya son adultos mayores, las actividades escolares de sus hijos y los quehaceres del hogar no ha tenido tiempo para ella.
“Antes aprovechaba que mis hijos estaban en la escuela para caminar un poco, distraerme o subirme al camión; eso me gustaba mucho, así que cuando regresen a clases presenciales, buscaré la manera de ir al gimnasio para distraerme física y mentalmente”.
Reconoció que estar encerrada en casa durante tanto tiempo le ha afectado emocionalmente, tanto que tuvo que ir a atención psiquiátrica.
“Sí, emocionalmente a veces sí exploto y grito: ‘¡Ya me cansé!, ¡ya me enfadé de esta situación!’. En mi caso, me tocó ir con una psiquiatra para que me apoyara de alguna manera para sobrellevar esto, porque me estaba afectando el encierro, los niños, la escuela, lo que vivo con mis papás y, sobre todo, con mi mamá, que algunas veces está bien de salud, pero otras no y me afecta verla sufrir y sobre todo porque no está en mis manos ayudarla”.
Aseguró que la relación con su esposo Jesús no se ha visto impactada, sino que, al contrario, las circunstancias los han unido, principalmente porque él la escucha cuando se siente cansada o decaída y fundamentalmente porque le da ánimos para seguir adelante.
“Mi esposo trabaja tiempo extra, así que se va en la mañana, regresa a comer y regresa a trabajar; cuando me siento estresada, me da ánimos y cuando él está en casa, me apoya en lo que puede y me siento respaldada por él”.
Hasta hace un año, Sandra Díaz de León trabajaba en una empresa de bienes raíces y cuando empezó la contingencia sanitaria la enviaron, al igual que a otros empleados, a su casa.
“Al principio nos mandaron a casa con goce de sueldo, pero luego solo nos pagaban un porcentaje del sueldo hasta que regresamos a trabajar en la modalidad de ‘home office’”.
Detalló que como es madre soltera, su mamá le ayudaba con algunas actividades en el hogar y sobre todo a preparar la comida para que sus hijas, una de 12 años y otra de nueve, encontraran un plato caliente.
“Cuando nos confinamos, mi mamá se regresó a su casa, entonces yo estuve apoyando a mis hijas en sus actividades escolares; al principio fue difícil acoplarnos, porque básicamente yo trabajaba todo el día y mi madre era quien las acompañaba”.
Reconoció que cuando empezó a trabajar estuvo combinando sus actividades laborales con los quehaceres del hogar y con asumir su papel de madre.
“Obviamente mi mamá fue más permisiva y mis hijas hacían lo que querían, así que por eso al principio chocamos mucho, sobre todo con mi hija de 12 años, pero con el tiempo fuimos descubriendo muchas cosas una de la otra”.
Aseveró que en este tiempo que permaneció en casa se dio cuenta que lo más importante para ella es la educación y crecimiento de sus hijas, por eso renunció a su trabajo para convivir más con ellas.
“No ha sido una tarea fácil, porque desde que mi hija de 12 años tenía seis y la de nueve años tenía cuatro, mi madre se hacía cargo de ellas, así que fue empezar de cero. Ahora les ayuda con sus actividades escolares y tengo más tiempo para ser su mamá”.
Actualmente tiene un pequeño negocio en línea en el que solo sale ciertos días de la semana para realizar entregas de lo que le van pidiendo por catálogo.
“No quiero perderme cada una de las etapas de mis hijas, así que decidí renunciar a mi trabajo para dedicarme más a ellas”.
María del Rocío Medina Janso, maestra en un grupo de segundo de preescolar, procura apoyar a su hija con las actividades escolares de sus nietos.
“Mi hija también es docente y entre las dos nos apoyamos, más bien me ha tocado enseñarles a mis nietos las herramientas para que estuvieran solos en clase”.
Recordó que al principio le costó mucho trabajo manejar las herramientas tecnológicas para dar clase, por lo que tuvo que tomar unos cursos básicos para apoyar a los padres de familia y que también ellos dominaran las aplicaciones.
“Yo aprendí de mi hija, porque es la que estuvo ayudándome a bajar y manejar algunas aplicaciones que necesitaba para dar clase”.
Señaló que aunque su día inicia a las seis de la mañana y termina a las nueve, ya no tiene tiempo para realizar alguna actividad de las que hacía hasta antes de la pandemia.
“No tengo tiempo para mí y como tengo dos trabajos, el único día que tengo libre es el domingo, porque por las tardes era llegar a casa, comer, revisar actividades y tareas; los viernes los empleo en organizar toda la semana y ver qué voy a dar de clase y qué les voy a dejar de tarea, entonces, yo creo que sí he sacrificado tiempo”.
Aseguró que como mamá ha sido un poco frustrante ver cómo otros padres de familia no les dedican tiempo a sus hijos, pues algunos entran solos a clase y otros, aunque sí están acompañados, no reciben mucho interés de sus padres.
Dijo que ahora, cuando se pueda, retomará las caminatas y se dará el tiempo para salir con sus amigas y, particularmente, con su hija, con quien tiene un gran acercamiento.
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