Pandemia golpea a adultos mayores

El festejo tradicional por el Día del Abuelo pasará desapercibido por la contingencia sanitaria por el Covid-19

Estoy impuesto a mi libertad; yo era una persona que se salía mucho, pero como en ocasiones tenía muchas caídas, mis hijos decidieron ingresarme en este lugar y aunque me siento a gusto porque todos han sido buenos conmigo, prefería ser libre”.

La gran mayoría de los adultos mayores se acostumbró a realizar alguna actividad para sentirse útil, independiente y productiva; sin embargo, tras 17 meses de encierro por la contingencia sanitaria por el Covid-19, han registrado cuadros de ansiedad y depresión, aseguró José Almeida Alvarado, presidente de la Sociedad Queretana de Geriatría y Gerontología.

“El principal efecto colateral que ha dejado la pandemia en los adultos mayores es la depresión y ansiedad”.

Dijo que obviamente no tienen la atención adecuada, porque, por el mismo temor, no han podido acudir al consultorio para el control de sus enfermedades crónico degenerativas.

“Les da temor seguir su atención médica de las demás enfermedades porque aún se sienten vulnerables para infectarse y muchas veces por eso no van al centro de salud o al consultorio particular para su atención”.

Recordó que desde que inició la pandemia, el más propenso a contagiarse fue este sector de la población, pero con los cuidados que han extremado, el resguardo en casa y la vacuna, ha disminuido considerablemente el número de casos.

“Es necesario verlos integralmente, porque son personas con enfermedades crónicas que toda su vida han acumulado y necesitan ser atendidos como merecen, como todo un enfermo con sus capacidades limitadas por la misma edad y que muchas veces están solos, llámese por viudez, por el síndrome del nido vacío, que ya todos los hijos salieron de casa y ellos son jubilados y viven solos”.

Aseguró que como especialistas ven mucha depresión entre los adultos mayores y la soledad es el principal factor: incluso aunque vivan en un núcleo familiar, se ven relegados porque no se les da la atención que merecen.

“El ambiente idóneo para los viejitos es con un familiar, porque la mayoría son personas que viven solos en una casa enorme que no pueden atender o mantener; otro lugar apto para ellos es una institución pública o privada donde se sientan atendidos, donde vean por ellos tanto en su atención como alimentación, cuidado, aseo y su medicación”.

Enfatizó que los adultos mayores padecen enfermedades que van acumulando a lo largo de su vida, tales como las cardiovasculares, hipertensión, diabetes y artritis, además de muchas otras, como de la tiroides y gastrointestinales.

Hay insuficientes geriatras en el estado: especialista

Almeida Alvarado reconoció que en Querétaro no hay suficientes geriatras para atender a todo el universo de adultos mayores.

“Somos pocos geriatras y si hacemos un cálculo, en Querétaro la población en general es de 2 millones 300 y tantas mil personas y, de esta cantidad, el 7.5 por ciento es de adultos mayores de 60 años en adelante, o sea, hablando en términos netos, hay más de 170 mil viejitos”.

Mencionó que solo hay 13 geriatras afiliados a la asociación, sin embargo, los que se han agregado a un grupo de WhatsApp son 34.

“Si hacemos una división, hay un geriatra para aproximadamente 6 mil adultos mayores, así que estamos muy rebasados”.

El hecho de que haya pocos especialistas, reconoció, ha hecho que las consultas se releguen de cuatro a seis meses e incluso hasta un año después, porque hay muchas instituciones que no están dando la consulta de especialidades, incluyendo la de geriatría.

“Un año es vital para ellos, por eso la consulta la absorben otras especialidades o subespecialidades como el internista, urólogo, ginecólogo y el traumatólogo por la artrosis y osteoporosis, pero una atención integral con el geriatra tarda mucho en llegar”.

Necesario, un hospital psicopsiquiátrico: directora

Elizabeth Ugalde Álvarez, directora operativa del asilo San Sebastián, reconoció que instituciones como esa deberían contar con un geriatra y un psiquiatra, porque es muy frecuente que los adultos mayores que ahí viven se encuentren en depresión.

“Lo ideal sería que contáramos con un geriatra y psiquiatra, porque es muy difícil para ellos aceptar todas las pérdidas que sufren a través de su vida, y ya en esta etapa, en este invierno de la vida, pierden la familia, ya no viven con ellos, mental o físicamente; también hay una pérdida: pierden su trabajo, sus cosas personales, su espacio, sus olores, su salud y sus capacidades”.

“Al final del día, muchas veces, también pierden hasta sus propiedades, porque muchos de ellos, por hacer el bien, heredan en vida y sus hijos ingratos botan a los abuelos de las casas, y la última, pierden sus decisiones, porque muchos de ellos están institucionalizados no porque ellos lo piden, sino porque realmente es una necesidad para las familias y para ellos tener quién los cuide; entonces, todas estas pérdidas generan una tristeza muy profunda y muchas veces, depresión”.

Destacó que por la pandemia se dejaron de hacer muchas actividades que mantenían entretenidos a los viejitos.

“Teníamos visitas todos los días, venían de escuelas y empresas a desayunar con ellos, venían a bailar con ellos, a cantar, a tener juegos de mesa, había tardes de café, pero lamentablemente esta pandemia nos ha venido afectar y más a esta población en particular, que es una de las más vulnerables, de las más olvidadas y es a la que más le ha pegado”.

Afirmó que Querétaro es un estado con un gran número de adultos mayores, por lo que consideró que se requiere de un hospital psicopsiquiátrico para que puedan tener una mejor atención.

“En ocasiones, a las familias no se les permite tenerlos en casa porque es sumamente complicado y solamente quien tiene una persona con alzhéimer o con demencia senil podrá entenderlos y es difícil porque también está la crítica de la sociedad que dice ‘¿cómo lo llevaste a una institución?’”.

Ramón tiene más de un año sin ver a su esposa

Ramón Moreno Vital tiene 90 años y aclara que llegó al asilo San Sebastián no porque lo hubieran corrido de su casa, sino porque llegó un momento en que su única hija ya no podía cuidar de su padre y madre.

“Mi esposa se quedó con mi hija porque no podía cuidar de los dos, porque ella todavía trabaja; sin embargo, por la pandemia, tengo un año y dos meses sin verlas cuando antes cada ocho días venían por mí el viernes y me regresaban el lunes”.

Aceptó que extraña mucho a su hija y a su esposa por el vínculo de sangre que tiene con ellas, pero ahí, en el asilo, todos son familia.

Extraña su libertad

Servando Castro Servín, de 87 años, tiene tres meses de haber llegado al asilo San Sebastián y sufre problemas en el oído.

“Estoy impuesto a mi libertad. Yo era una persona que se salía mucho, pero como en ocasiones tenía muchas caídas, mis hijos decidieron ingresarme en este lugar y aunque me siento a gusto porque todos han sido buenos conmigo, prefería ser libre”.

Aclaró que la preocupación de sus hijos aumentó con la pandemia y como ellos trabajan, no había quien cuidara de él.

“Ya no podía salir, por la cosa esta que hay del virus y el que yo anduviera de un lugar para otro representaba un peligro, así que ahora vivo aquí”.