Griselda de Jesús inicia su jornada laboral a las siete de la mañana en la recepción del Centro de Salud con Servicios Ampliados y Medicina Tradicional (Cessa) de Amealco. A esa misma hora, Mariana Arias llega al consultorio a atender pacientes. Engracia Sánchez entra un par de horas después a ocupar su lugar como encargada de la farmacia y laboratorio verde de la unidad médica.
Aunque tienen actividades diferentes, las tres mujeres aportan sus conocimientos y saberes, en algunos casos milenarios, para hacer que la estructura del Cessa funcione, pero, además de ser parte del mismo andamiaje, también comparten ciertas características: son voluntarias y reciben una ayuda económica de 4 mil pesos quincenales, es decir, 8 mil pesos al mes.
“Esto yo lo aprendí de mi mamá, de mi abuelo, y yo ya de la edad de 13, 14 años, yo ya curaba a niños de susto y de empacho. Y así fui conociendo todas las plantas y me fui interesando mucho. (…) Yo me iba a cuidar las vacas con mi abuelo y él me iba enseñando, y yo le decía: ‘Ay, bien aburrido, abuelo, cómo voy a aprender yo esto’. Y luego me decía: ‘Hoy no trajiste una hoja o un pedazo de hoja, un cacho de lápiz, pero mañana te traes, porque diario te vas a aprender cinco o seis plantas y vas a saber para qué sirven y cómo las puedes combinar”, relata Engracia, quien conoce 387 plantas de la región por nombre y forma, sabe para qué sirven y cómo se preparan.
Griselda, por su parte, refiere que sus labores no se limitan al área de recepción, sino que van más allá, pues funge como traductora e intérprete de la lengua otomí: “No nada más aquí en el área de Medicina Tradicional, también en los consultorios o en el apoyo con los médicos en Urgencias, cuando se requiere de alguna traducción si no habla el paciente el español. (…) Por lo regular sí nos llegan pacientes así, que hablan la lengua, y aquí, pues, es recibir a los pacientes y yo me encargo de pasarlos con mis compañeros, con quien vayan a pasar”.
“Soy licenciada en Salud Intercultural”, indica Mariana, para luego agregar: “Mi función aquí es la consulta, una consulta integral, intercultural, abordando al paciente desde diferentes esferas y ejes, como la medicina china, la medicina tradicional mexicana, salud emocional y psicosomática, la medicina herbolaria, fitoterapia, y apoyamos un poquito en la cuestión de rehabilitación y terapia física. (…) Terminé la carrera y el servicio social decidí hacerlo aquí. Fue la primera plaza que se abrió fuera del Estado de México y yo fui la primera pasante que aplicó y que seleccionó la plaza para Amealco”, dice la egresada de la Universidad Intercultural del Estado de México.
El Cessa de Amealco, donde Engracia, Griselda y Mariana trabajan desde hace casi nueve años, fue inaugurado en abril de 2013 por la entonces secretaria de Salud federal, Mercedes Juan López, y el otrora gobernador del estado de Querétaro, José Calzada Rovirosa. Según informó la exfuncionaria del gobierno de la República durante el evento, en la unidad médica se invirtieron más de 74 millones de pesos y beneficiaría con servicios de medicina tradicional y alopática a más de 60 mil habitantes de la zona indígena otomí.
De acuerdo con la delegada y comisionada en la zona de Amealco del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud (SNTSA) Sección 32 Querétaro, Patricia Pérez, el personal de Medicina Tradicional, al ser voluntario, no tiene contrato con la Secretaría de Salud, por lo tanto, reciben un apoyo económico y no un sueldo; no cuentan con los estímulos que sí tienen otros trabajadores del sector salud contratados por la dependencia; además, al no tener seguridad social, reciben atención médica en las mismas instalaciones donde trabajan.
“Son buenas personas, son muy trabajadores, (…) no se echan para atrás, aquí están siempre, al pie del cañón, dando lo mejor, pero sí es lamentable que se encuentren laborando sin ninguna prestación; es un apoyo. (…) Hoy por hoy, estamos retomando nuevamente esto, porque nos complementamos la medicina alópata con la medicina tradicional. Es muy importante no perder el conocimiento, que sabemos que viene, pues, de forma ancestral para nuestro país”, puntualiza la también médica anestesióloga del Cessa de Amealco.
Las tres mujeres que, a través de su voluntariado, permiten que avance el engranaje de la unidad médica donde laboran, son conscientes y reconocen la situación descrita por la comisionada sindical; no obstante, aun cuando manifiestan tener dificultades económicas, disfrutan lo que hacen.
“Hasta donde yo pueda, pues, yo digo que sí”, señala Engracia Sánchez en su cubículo, rodeada de sobres con diferentes plantas, las cuales perfuman el ambiente de su lugar de trabajo.
Griselda de Jesús, desde su escritorio sobre el que se encuentran listas de pacientes y su computadora, añade: “Siempre llegan amables (las personas). También yo trato de ser amable con ellos. Luego vienen algunos que llegan molestos, pero solo trato de brindarles el mejor servicio que se pueda”.
El gusto por la salud, recuerda Mariana Arias, quien cuida celosamente su consultorio, surgió desde pequeña: “Siempre me había llamado la atención como toda esta parte de la cultura de México, las plantas y la cosmovisión que engloba nuestra cultura mexicana”.
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