Los videojuegos surgen como aplicaciones de carácter lúdico, desarrolladas a partir de los años 50 por programadores informáticos. Como no podía ser menos en mentes racionales y matemáticas, los primeros intentos dan forma a programas de ajedrez, con los que los científicos, además de matar el tiempo, desarrollaban la sintaxis de los nuevos lenguajes informáticos.
Un paso adelante lo dio, a finales de la década de los 50, un físico llamado Willy Higinbotham, quien, en un intento de hacer más entretenida una exposición temática en un laboratorio del gobierno de Estados Unidos, ideó un sencillo juego reproducido sobre un televisor en blanco y negro que simulaba una partida de tenis.
Estos primitivos intentos se limitaban a los laboratorios y a los científicos, y todavía no cumplían una regla fundamental de lo que hoy conocemos por videojuego: su uso generalizado en cualquier espacio y lugar. Habría que esperar a la década de los 70 para encontrar sus antecedentes más próximos.
En 1972, Nolan Bushnell patentó el primer juego interactivo de la historia, el Pong, y creó la empresa Atari, que todavía sigue activa. La novedad es que por primera vez los videojuegos salen de los laboratorios y se instalan en máquinas recreativas localizadas en lugares públicos. A cambio de unas monedas, cualquiera podía tener acceso a una experiencia lúdica que en aquellos años era toda una novedad que dejaba asombrados a los jugadores.
Desde entonces, la evolución de los videojuegos ha sido imparable. Si el primer paso fue salir de los laboratorios para instalarse en máquinas recreativas, pronto llegarían a los ordenadores personales y a los salones de las casas, y de ahí a los teléfonos móviles. Un camino imparable que tiene como únicos límites la tecnología y la imaginación de los programadores.
Además del desarrollo tecnológico, el otro puntal del éxito de los videojuegos es el económico. Según la agencia Newzoo, en el año 2021, el negocio de los videojuegos generó casi 160 mil millones de dólares en todo el mundo. El informe registra un total de 3 mil millones de jugadores, de los que el 55 por ciento es originario de Asia y del área del Pacífico.
El estudio señala como motores de este crecimiento el refuerzo de los juegos en la “nube”, el auge de las aplicaciones lúdicas en los teléfonos inteligentes y la expansión a nuevos mercados. El informe también señala que los resultados de 2021 superaron a los de 2020, un año en el que se multiplicó el consumo de videojuegos, debido al confinamiento por la pandemia de Covid-19.
Junto a los componentes tecnológico y económico, el videojuego tiene un importante papel como elemento cultural. Para los millones de personas que los consumen en todo el mundo, los videojuegos no son exclusivamente parte de su ocio, pues condicionan sus relaciones sociales y sus actividades cotidianas, creando comunidades que se extienden más allá de los límites geográficos.
Lejos de juzgar si esta penetración de los videojuegos en la psicología de los usuarios tiene efectos positivos o negativos, hay que reconocer que su irrupción ha llegado en forma paralela a otros cambios sociales. Lo que significa que más que un factor disruptivo, los videojuegos son una cara más en la imparable transformación del mundo en nuestros días.
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