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El silencio, un tesoro desprestigiado

El silencio se ha convertido en el mundo actual en una reivindicación contracultural al vivir en un entorno en el que la comunicación incesante nos invade desde todos los ámbitos con el fin de acaparar nuestra atención, hasta el punto de percibir los momentos de silencio en nuestras relaciones humanas como embarazosos

Joaquín Mateu-Mollá, director del Máster Oficial en Gerontología y Atención Centrada en la Persona, doctor en Psicología e investigador en Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia, explica a EFE en qué consiste el silencio en un mundo, el de hoy, dominado por la comunicación y, muchas veces, por el ruido, lo que es peor.

En la comunicación, dentro de la sociedad actual, parece que no dejamos lugar para el silencio: hay una necesidad por volcar palabras, confesiones, ya que la “comunicación” se ofrece como la solución a todas las dificultades personales o sociales. “Tú estás ahí, existes porque me oyes, y yo existo porque te hablo”, parece que queremos decir. Pero, como dijo el político y periodista francés Georges Clemenceau (1841-1929): “Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”.

“Consideramos el silencio como ese momento en que cesa el intercambio verbal que se está manteniendo entre dos o más personas o que se espera de ellas que se mantenga. En ese sentido tendríamos tres formas de silencio diferente: uno es individual, que es el que uno hace a veces cuando está hablando, con el fin de interrumpir el flujo de la comunicación para así recapitular, reordenar las ideas y volver a retomar, a partir de ese punto, el mensaje que estaba transmitiendo”, expone Mateu-Mollá.

El silencio que ordena las ideas

“Este silencio es muy interesante porque lo solemos hacer con mucha frecuencia en nuestras conversaciones cotidianas y nos ayuda a poner en orden diferentes ideas; en ese sentido, no es un silencio socialmente controvertido ni problemático.

“Luego, hay un silencio que es más un lapsus de carácter social, que ocurre en aquellos momentos que estamos haciendo un intercambio y nos quedamos de repente sin saber qué decir, son pausas que pueden ser bastante más incómodas porque dentro de lo que es la psicología hemos descubierto que las conversaciones fluidas dan a los interlocutores la sensación de que están acompañados, que existe entre ellos una buena conexión”, afirma el psicólogo.

Para Mateu-Mollá, ese tipo de pausas son las más temidas, y ofrece el ejemplo de aquellas personas que padecen ansiedad social, que temen, al quedarse en silencio, que los demás puedan pensar de ellas que son tontas, que no tienen buenas ideas o que, en definitiva, no tienen nada que aportar.

“Por último”, dice el doctor en psicología, “tendríamos los silencios sociales inexplicables que son muy curiosos y nos han ocurrido a todos alguna vez”.

Cuando pasa un ángel

Sucede mientras estamos manteniendo una conversación animada con más personas, por ejemplo, en una mesa después de cenar, y “de repente, sin que nadie sepa muy bien por qué, se genera una especie de paréntesis, un silencio súbito y repentino que parece no tener explicación alguna; este tipo de silencio con el que a veces decimos que ‘ha pasado un ángel’, y que también es objeto de investigación científica, aunque desconocemos todavía exactamente por qué sucede”.

El psicólogo señala que la experiencia del silencio al estar intercambiando una conversación con otra persona va a depender de la calidad de la relación que esas dos personas tengan.

“Si, por ejemplo, son personas que tienen conflictos sin resolver y hay cierta tirantez, el silencio suele ser incómodo, al igual que si se trata de alguien completamente desconocido ante quien queremos dar una buena impresión”.

Mateu-Mollá ejemplifica una situación frecuente de la que todo el mundo habla una vez que ha salido del trance, “sería la típica escena de ascensor donde coincidimos con un vecino de la escalera de toda la vida y no sabemos muy bien qué decir, miramos hacia todos lados y nos sentimos algo incómodos porque socialmente parece que a las personas nos cuesta aceptar el silencio”.

Un ‘horror vacui’ u horror al vacío

El profesor de psicología subraya que las personas tenemos miedo al vacío (‘horror vacui’), al silencio, e indica que hay que tener en cuenta algo muy interesante, que es que solemos rellenar o dar sentido a los silencios a partir de nuestra expectativa respecto a la otra persona.

El psicólogo advierte que si nos encontramos con alguien que, incluso, conocemos bien y está en silencio frente a nosotros, podemos interpretar esa situación de ausencia de palabras a partir de nuestras ideas preconcebidas, lo que a veces es también un poco peligroso.

“Un ejemplo muy conocido sería la ‘lectura del pensamiento’, una distorsión conocida muy estudiada en psicología que trae muchos malentendidos a veces y que consiste en que la idea de que uno sabe con certeza qué es lo que el otro está pensando sin ni siquiera haber preguntado por ello. Esto suele traer problemas de comunicación y es muy común en ciertas parejas”.

El silencio cómodo

Sin embargo, para Mateu-Mollá, el silencio resulta muy cómodo y agradable cuando lo conseguimos con aquellas personas con las que tenemos un vínculo saludable y de muchísima calidad.

“Podemos decir que lo cómodos que nos sentimos en ese silencio frente a otra persona es un indicador bastante preciso de la calidad del vínculo que nos une a ella. Cuanto más cómodos estamos con alguien simplemente callados, mejor es ese vínculo”.

Pero hay algo muy curioso que sería exactamente lo contrario al silencio y ocurre en aquellas personas que hablan solas, por ejemplo, al estar solas en casa. La ciencia también ha estudiado esta situación que considera, según Joaquín Mateu, muy positiva, porque en estos casos “el silencio individual nos ayuda a reorganizar nuestras ideas en los momentos que podemos estar particularmente turbados o abrumados por circunstancia externas”.

Kafka lo decía así: “Ahora, las sirenas disponen de un arma todavía más fatídica que su canto: su silencio. Y aunque es difícil imaginar que alguien pueda romper el encanto de su voz, es seguro que el encanto de su silencio siempre pervivirá”.

Las zonas de silencio siguen creciendo en México

Agencia EFE

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