La felicidad es un estado por todos deseado, pero la mayoría es consciente de que cuando la vivimos no podemos retenerla, porque, casi cuando nos sorprende ya se ha marchado, de la misma manera que solo podemos mirar por un instante el paso del agua de un río en el mismo lugar. Para recordarnos su valor, hoy se celebra el día más feliz del año
‘Yellow Day’ significa el día más feliz del año porque, entre el día 20 y 21 de junio, comienzan, en el hemisferio norte, a darse las circunstancias más afortunadas del año, como la subida de temperaturas que nos permite aligerarnos de ropa y desear socializar con los amigos, salir a la calle o al campo, ya que los días son más largos y, sobre todo, se acercan las vacaciones en las que podremos romper con la rutina diaria. Empieza el verano, que, en el hemisferio sur, se produce entre el 20 y 21 de diciembre. Pero ¿dura mucho esa felicidad o es una ilusión efímera?
El danés Jonas Holst Soerensen, profesor titular de Filosofía del Instituto de Humanismo y Sociedad en la Universidad San Jorge, de Zaragoza (noreste de España), explica a EFE qué se entiende por felicidad, cómo prepararnos para recibirla plenamente, aunque, debido a su carácter efímero, no hay que hacernos ilusiones con mantenerla y buscar en su lugar el bienestar, más perdurable y satisfactorio.
“Un estado supremo positivo en contacto con la vida”
La felicidad “se puede definir en líneas generales como un estado en el que se goza de salud y de alegría. Sería la cúspide a la que podríamos aspirar los seres humanos, pero hay que añadir que es un estado pasajero, prácticamente imposible de sostener en el tiempo. No obstante, creo que la mayoría de las personas la ha vivido, aunque depende del estado subjetivo de cada uno, pero se podría concretar como un estado supremo positivo en el que se está en contacto con la vida, y esa podría ser la noción de felicidad”.
Es difícil saber exactamente cómo se siente una persona feliz, pero hay una especie de franja dentro de la que se mueven las personas que hablan de la felicidad, aunque cada persona lo vivirá de una manera u otra.
“Hay quienes lo viven con alegría y quienes lo identifican con las sensaciones que les procuran el goce a través de la alimentación, de bebidas, de la compañía, etcétera; por eso creo que hay un margen para que la persona lo defina un poco según su forma de percibirla”, indica Holst.
La palabra felicidad no es de origen griego, sino latino y su significado ha cambiado con el tiempo. El filósofo griego Aristóteles, dice Holst, habla del concepto de armonía, que se traduce por felicidad, pero “no es del todo lo mismo, porque él cree que a lo que podemos y debemos aspirar es al bienestar, a estar bien, pero ser felices es una meta irreal, porque no es permanente ni sostenible en el tiempo. Es mejor apostar por el bienestar aristotélico que por la felicidad”.
El bienestar, más sostenible que la felicidad
Para Holst, el bienestar tiene que ver más con unas condiciones y factores emocionales que se pueden construir, mientras que la felicidad es una especie de alegría que está muy por encima de lo que solemos sentir en nuestra vida diaria, que es donde nos encontramos, por lo que “es mejor para nuestro bienestar encontrar esa pequeña felicidad en los momentos donde realmente disfrutamos de la vida plenamente. Esa forma de enfocarlo es más realista”.
Jonas Holst puntualiza que deberíamos focalizar nuestra mente para saber lo que queremos hacer o simplemente estar centrados para estar presentes, disfrutar y percibir lo que uno está haciendo. Pero, como vivimos en una sociedad cada vez más acelerada donde nos exigen trabajar y consumir más, tenemos que buscar fórmulas a través de la meditación o la respiración calmada para llevar la atención hacia uno mismo, y tener una pausa dentro de una sociedad demasiado agitada que no nos conduce al bienestar.
“Realmente hoy tenemos más acceso al conocimiento que en el pasado, cuando la gente tenía que sobrellevar vidas más duras, pero el problema es que en la actualidad nos han facilitado demasiado las cosas y nos falta un poco de ese esfuerzo. Tiempo atrás, ese conocimiento lo tenían más interiorizado y el problema que tenemos hoy es la dispersión y la inmediatez de que todo tiene que llegar en el momento, y, así, perdemos el contacto con nosotros mismos, con el mundo y con la naturaleza, que nos permiten anclar nuestra vida en algo concreto”, enfatiza el profesor de filosofía.
A veces los momentos malos son muy dramáticos y críticos, tanto que nos impiden disfrutar de la vida, pero si en un proceso largo lo vas superando, de lo que suele ser capaz el ser humano, se sale reforzado. También hay pequeñas dificultades que nos permiten, poco a poco, superarnos, pero Holst sostiene: “El reto que tenemos hoy, más que la dificultad, es, quizás, la facilidad con la que nos quieren vender todo. No queremos una vida muy dura y difícil, pero debemos tener cuidado de no llegar al otro extremo, de que todo sea tan fácil y ligero”.
Entre la buena o mala suerte
Para el profesor, hay gente infeliz debido a un estado de tensión o angustia que se puede superar mediante algunas técnicas. Pero hay otra infelicidad que es un estado provocado por la sucesión de grandes pérdidas importantes en tu vida y de forma recurrente. “En ese caso, estamos hablando de una serie de eventos, que podríamos llamarlos ‘de mala suerte’”.
Al contrario, añade el profesor: “La felicidad está íntimamente vinculada con la suerte o la fortuna. No podemos decidir ser felices en el momento en que queramos porque depende de ciertos factores que intervienen desde el exterior y se trata más de posicionarte o prepararte emocionalmente, de tal manera que te hagas receptivo a esos factores positivos externos, por ejemplo, cuando alguien nos ofrece algo positivo, como amor, no debemos darle la espalda”.
Jonas Holst concluye que es “muy sintomático” en nuestra sociedad que queramos tener un día de la felicidad, pero podemos entenderlo con la intención que hay detrás de querer celebrarlo para ser conscientes de su valor. Pero, “al final, yo creo que más que un día habría que intentarlo en el día a día, aunque eso sería utópico, porque ese es un enfoque equivocado y fracasaríamos, por tanto, deberíamos enfocarlo más bien hacia el bienestar, a estar bien. Eso es suficiente”.