Desde 2013, las Naciones Unidas quieren destacar cada 20 de marzo la importancia del bienestar y la felicidad en la humanidad, y la necesidad de que los gobiernos tomen medidas en sus políticas para lograrlo.
Nada más nacer, necesitamos a los demás “para cubrir las necesidades que nos hacen sentirnos felices, como el alimento, el cuidado o el afecto”, pero por naturaleza “nacemos con capacidades para sentirnos felices y también con capacidades para aprender a ser felices”, explica a EFE la psicóloga clínica Lecina Fernández.
“Desde la psicología sabemos que cada persona identifica, asocia o define la felicidad dependiendo de sus creencias, de sus valores, de su cultura”, comenta la también autora del libro “Ilusión positiva”, que añade: “La felicidad es algo que se siente, se piensa y se aprende, y nacemos con la capacidad de pensar, sentir y de aprender; por tanto, por naturaleza podemos aprender a ser felices”.
Dar abrazos o comer helado o chocolate pueden hacernos felices en un segundo, pero merece la pena dedicar un poco más de tiempo a pensar, hacer y sentir.
“Por ejemplo, preguntarse qué es para uno la felicidad, qué lo haría feliz, qué se puede hacer, qué se puede cambiar de uno mismo o del entorno para acercarse a esa felicidad. Después, pasar a la acción y, además, prestar atención a lo bueno y no únicamente a lo malo”, recalca Fernández.
Otra clave es “fomentar la ilusión positiva”, que incluye elementos cognitivos, emocionales y comportamentales.
Ante situaciones que no provocan infelicidad, esta psicóloga recomienda: “Afrontar la situación con realismo, templanza, entereza y tolerancia”, aceptando “nuestras fortalezas para afrontar la situación que vivimos”; “lo que nos decimos a nosotros mismos tiene mucho que ver con nuestra felicidad”, enfatiza.
“La felicidad, igual que el amor o la libertad, hay que trabajarla. Y eso significa que hay que pensar en ella, hay que sembrarla, cultivarla, cuidarla, recoger los frutos y, al mismo tiempo, aceptar los contratiempos y problemas que conlleva la siembra, como el fracaso, la frustración, las pérdidas y las decepciones”, afirma esta experta.
Y se trata de una tarea diaria: “En tiempo presente, cada día, cada instante, sin prisa, pero sin pausa, con calma. La calma y la conexión con uno mismo y con nuestro entorno es importante para cuidar la felicidad”.
Por otra parte, “bienestar y felicidad están asociados al presente que vive la persona y a la inmediatez de satisfacción o de cubrir una necesidad”.
A ello habría que unir el concepto de ilusión: “Cuando una persona vive con ilusión, además de sentirse ilusionada, es feliz durante todo el proceso de construir la ilusión que quiere lograr, y es feliz al recordar cómo la construyó y cómo la vivió”, subraya Fernández.
“El uso indiscriminado y adictivo de las tecnologías, la adicción a la comodidad evitando el esfuerzo, el individualismo, nos lleva cada vez más a una mayor sensación de vacío, de un sinsentido de la vida, de soledad”.
Prueba de ello es que el porcentaje más alto de la población que sufre soledad no deseada son los adolescentes y una de sus consecuencias es la depresión, se concluyó en la jornada Soledades no deseadas, organizada por el Colegio de la Psicología de Madrid, en enero de 2024, dice Fernández.
Por ello, sería necesario “educar y fomentar la ilusión desde la infancia y en la adolescencia, para estimular la alegría, las ganas de vivir, la proyección de futuro en uno mismo y en la relación con los demás”.
Además, diferentes estudios de la felicidad demuestran que la relación con otras personas, ayudarse y tener al menos una o dos personas de apoyo nos hace felices.
Naciones Unidas recuerda precisamente la importancia de la solidaridad para conseguir la felicidad, más aún cuando hoy está amenazada a causa de los conflictos bélicos, pandemias o hambrunas.
El camino hacia la felicidad, según la ONU, requiere de valores fundamentales como la amabilidad y la compasión, pues “la felicidad individual pasa por la felicidad global con la colaboración de todos”.
Ya sostenía en el siglo 17 el filósofo y médico inglés John Locke: “Los hombres olvidan que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. Y la música puede lograr que la mente se relaje, olvide las preocupaciones, aunque sea por poco tiempo e incluso transmitir felicidad.
Del científico holandés Jacob Jolij, especializado en neurociencia cognitiva, es la ya conocida lista de las 10 canciones más alegres, que, con motivo del Día de la Felicidad, puede ser un buen momento para escuchar.
La selección de temas incluye desde “Don’t stop me now”, de Queen; “Dancing Queen”, de Abba, y “Good vibrations”, de The Beach Boys; hasta “Walking on sunshine”, de Katrina and The Waves, “I will survive”, de Gloria Gaynor; “Girls just wanna have fun”, de Cyndi Lauper, o “I’m a believer”, de The Monkees.
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