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Lectura infantil: mejor en papel que en pantalla

El neurocientífico propone fomentar la lectura de libros en papel, debido a sus efectos positivos en el desarrollo intelectual, social y emocional de los niños, y como un antídoto contra los efectos de las pantallas en la mente, que pueden conducir al “atontamiento digital”

“Cientos de estudios demuestran que la lectura por placer tiene un impacto único en el aprendizaje cognitivo de los niños: fomenta el lenguaje, los conocimientos generales, la creatividad, la atención, la escritura, la expresión oral, la autocomprensión y la empatía”, señala Michel Desmurget, doctor en Neurociencia.

Para este neurocientífico francés de referencia, “no hay herramienta más útil para el desarrollo cerebral que un libro”.

Por esa razón, recomienda que los niños lean libros en papel, sumergiéndose en esa lectura, que considera mucho más fructífera para el cerebro infantil que las pantallas digitales, dibujando, subrayando y doblando las páginas de esos libros.

Michel Desmurget es director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia. Este investigador y escritor francés especializado en neurociencia cognitiva es autor de una vasta obra científica y divulgativa y ha colaborado en prestigiosos centros de investigación en el mundo.

Desmurget es una de las voces que más tiempo lleva alertando sobre los efectos perniciosos de las pantallas en el cerebro infantil y en su libro “Más libros y menos pantallas” propone a padres y maestros, desde un enfoque optimista, soluciones concretas para evitar que nuestros hijos se conviertan en lo que este neurocientífico califica como “cretinos digitales”.

Destaca que el lingüista Stephen Krashen ya constató hace décadas que “cuando los niños leen por placer, cuando se convierten en ‘adictos a los libros’, adquieren de manera involuntaria y sin un esfuerzo consciente casi todas esas habilidades que se conocen como competencias lingüísticas y que preocupan a tantas personas”.

Leer desde la infancia

“Es fundamental que los menores lean desde su más tierna infancia, porque la lectura por placer estructura el pensamiento, organiza el desarrollo del cerebro y civiliza nuestra relación con el mundo; el libro construye al niño literalmente en su triple dimensión: intelectual, emocional y social”, enfatiza.

Para Desmurget, el mejor antídoto contra la idiotización de las mentes es la lectura, que es una “máquina de configurar la inteligencia”, en su dimensión cognitiva (que nos permite pensar, reflexionar y razonar) y en su dimensión socioemocional (que nos permite comprendernos a nosotros mismos y a los demás, lo que facilita las relaciones sociales)”.

Compartir la lectura en familia

“¿Cómo cultivar en los niños el amor por los libros? Ese amor no es en absoluto innato. Se inculca y se transmite lentamente. Para los padres, es un legado que transmitir; para los hijos, un derecho a recibir una herencia”, puntualiza.

Sin embargo, “sabemos, por una investigación reciente, que muchos padres y muchas madres no leen con sus hijos porque no son conscientes de que es necesario hacerlo, y de los enormes beneficios y del placer que proporciona esta actividad”, recalca.

“Independientemente de la edad que tengan y del país en el que residan, a nuestros hijos les gusta que les lean historias. Esto es, al menos, lo que asegura una aplastante mayoría de ellos (entre el 85 y el 95 por ciento). La proporción de adolescentes que dice adorar esta práctica también alcanza niveles sorprendentes, por lo general superiores al 75 por ciento”, según puntualiza.

El impacto del “elefante digital”

Sin embargo “muchos padres, cuando abandonan la lectura compartida, también renuncian a supervisar y alentar las actividades de sus hijos en torno a los libros. Una doble pena que numerosos niños parecen llevar mal”, lamenta.

A ello hay que añadir el peso de lo que Desmurget denomina “el omnipresente elefante digital”.

“Está demostrado que cuanto más se expongan los miembros del hogar (niños o padres) a las pantallas durante su tiempo de ocio, menos tiempo dedicarán a las actividades de interacción intrafamiliar, entre ellos, la lectura compartida”, asegura el autor.

Reitera que muchas familias suelen relajarse en sus esfuerzos por ayudar al niño, convencidas de que la lectura compartida se vuelve inútil a partir de la escuela primaria, porque es entonces cuando, supuestamente, el alumno ya lee solo.

Leer: cuanto antes, mejor

“¿Cuándo hay que empezar a leer cuentos a los niños? Se sabe que lo óptimo es comenzar temprano. La mayoría de las investigaciones recomienda hacerlo ya entre el primer y el tercer trimestre tras el nacimiento”.

Los efectos positivos de esta actividad familiar se refuerzan leyendo varias veces el mismo libro, lo cual aumenta de manera significativa la memorización de los tesoros lingüísticos y narrativos de un libro, y permite que el niño conozca más palabras y amplíe su vocabulario, lo que facilita que se centre más en la historia narrada en el libro, explica.

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Agencia EFE

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