Julio Ortiz Galimberti
“¿Sabe por qué solo como raíces? Porque las raíces son lo más importante”- Monja Santa
La primera vez que uno sale de casa todo es magia. Dejar el hogar para adentrarse en un lugar desconocido es una experiencia sensorial como ninguna otra. Intentamos verlo todo, escucharlo todo, probarlo todo, absorberlo todo. Creemos, tal vez con razón, que un nuevo lugar puede ser el nacimiento de un nuevo yo. Cuando regresamos a casa, ya nada de nuestro pasado parece ajustarse a nuestra nueva realidad. No podemos dejar de hablar de lo que vimos, de lo que sentimos estando en otro lugar. Hacemos todo lo posible por perpetuar esa sensación de novedad, de revolución. Pero al final, siempre regresamos a casa. Al final siempre regresamos a nosotros.
“El ciudadano ilustre”, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, nos presenta la historia de Daniel Mantovani (Oscar Martinez), un autor que después de haber ganado el Premio Nobel de Literatura decide regresar a su pueblo natal en Argentina después de 30 años. Ya ahí, Daniel se ve forzado a lidiar con la realidad de ser la persona más exitosa de un pequeño pueblo en medio de la nada. Por un lado están los que quieren utilizar la posición del autor para su propio beneficio. Por otro lado, están aquellos a quienes el éxito del escritor no les produce más que envidia y desasosiego. Finalmente tenemos al círculo de las únicas personas que realmente conocían a Daniel antes de que se fuera de Argentina. Todo esto, sumado a la negativa de Daniel a aceptar la influencia que tuvo su pueblo natal en su trabajo, hace que el autor tenga una batalla perpetua entre el resentimiento que le tiene al pequeño pueblo que lo vio nacer y la realidad: que es ese mismo pueblo el que lo convirtió en el artista que es.
Como buen millonario que “empezó desde abajo”, pero realmente es heredero de minas de esmeraldas en Sudáfrica, el artista se niega a aceptar que sus personajes, sus relatos y sus obras no son meros fragmentos de su imaginación, sino parte de sus memorias, ensalzadas por su imaginación. Cuando es cuestionado o confrontado por habitantes del pueblo que creen reconocer a amigos o familiares en los relatos de Daniel, este siempre les afirma que son meras coincidencias y que sus cuentos son eso y nada más. Sin embargo, es el hecho de volver a su pueblo, a su gente y a su pasado lo que da forma y vida a su siguiente obra. El orgullo de Daniel no pudo contra la realidad.
Querer aparentar que nuestros éxitos son producto exclusivo de nuestro trabajo es tan normal como equívoco. Creemos que aparentando haberlo hecho solos, damos pruebas de ser superiores a los demás. La realidad es que nadie es exitoso solo. En menor o mayor medida nuestro entorno, nuestra gente, nuestra infancia tienen un efecto decisivo e inextinguible sobre nosotros. Todos necesitamos inspiración, motivación, ayuda y conflicto para poder desarrollarnos y no hay lugar más seguro para encontrar todo eso que en la tierra que nos vio nacer. Si estás orgulloso de tu presente, sé agradecido con tu pasado.