Eliud Kipchoge elige muy bien las competiciones: no compite en exceso, sino solo en carreras seleccionadas en las que puede dejar huella y que, de paso, lo ayudan a incrementar su economía
El keniano Eliud Kipchoge escribió el 25 de septiembre con letras de oro su nombre en la historia del atletismo mundial, al lograr un récord estratosférico en el Maratón de Berlín con un tiempo de 2:01:09, desafiando las leyes de los límites humanos y acercándose cada vez más a la barrera mítica de las dos horas en una carrera homologada.
Kipchoge, que ya poseía el récord del mundo de maratón con 2:01:39, logrado también en Berlín en 2018, metió un bocado a su propia plusmarca y celebró su victoria 15 en la distancia de un total de 17 carreras. Además, ese cuarto triunfo en Berlín lo igualó con otro mito del maratón, el etíope Haile Gebrselassie, también ganador cuatro veces en la ciudad alemana.
El atleta keniano afrontó en solitario los últimos 17 kilómetros, del 25 al 42, tras la retirada de Philemon Kiplimo, la última de las tres liebres dispuestas por la organización. Llegó a realizar 200 pasos por minuto con una zancada de 180 centímetros, unos datos que dimensionan aún más su gesta.
Kipchoge, de 38 años, basa su rendimiento en las extraordinarias condiciones innatas que tiene para correr, pero también en una exigente disciplina de trabajo que sigue con su equipo, el NN Running Team, en el campamento de Kaptagat, Kenia, donde entrena, a unos 25 kilómetros de donde vive su familia.
El atleta keniano lleva una disciplina espartana que rige su vida. Se acuesta a las nueve de la noche, duerme ocho horas hasta las cinco de la mañana, descansa tras la comida con una siesta, bebe unos tres litros de agua diarios, cuida la comida con proporciones nutricionales, entrena entre dos y tres veces al día, según la altura de la temporada, y se realiza a nivel personal con la lectura y la filosofía.