Los trastornos alérgicos de los bebés y niños de corta edad van en aumento, y ahora los científicos han descubierto que las cuatro alergias infantiles más habituales, pueden tener un origen hasta hace poco insospechado, el intestino, lo cual podría dar un giro a la prevención y el tratamiento de este tipo de problemas de salud.
El eccema, el asma, las alergias alimentarias y/ la fiebre del heno que afectan a los niños pueden originarse en los desequilibrios de la comunidad de bacterias que vive en su intestino, denominada microbiota intestinal, según han descubierto investigadores de la Universidad (UBC) y el Hospital Infantil (BCCH) de Columbia Británica, ambos en Canadá.
Estos hallazgos sobre las características de la microbiota intestinal y su influencia en la salud en los primeros años de vida, podrían conducir al desarrollo de nuevos métodos para predecir si un niño desarrollará alergias y evitar que estas reacciones se desarrollen, según la UBC (www.ubc.ca).
“Estamos viendo que cada vez más niños y familias buscan ayuda en el departamento de Urgencia debido a alergias”, señala el doctor Stuart Turvey, profesor de Pediatría de la UBC e investigador del BCCH y codirector y autor del estudio.
“Cientos de millones de niños en todo el mundo sufren de alergias, incluido uno de cada tres niños en Canadá, y es importante comprender por qué sucede esto y cómo se puede prevenir”, según el profesor Turvey.
Cada una de cuatro alergias pediátricas estudiadas, las cuales son frecuentes en edad escolar, tiene síntomas únicos y diferentes, pero el equipo de Turvey quiso averiguar si estas dolencias podrían tener un origen común relacionado con la composición de la microbiota intestinal infantil, según la UBC.
Aunque cada una de estas enfermedades “tiene su propia lista de síntomas y la mayoría de los investigadores tiende a estudiarlos individualmente, cuando nos fijamos en aquello que va mal a nivel celular, en realidad estas alergias tienen mucho en común”, señala la doctora Charisse Petersen, coautora principal del estudio e investigadora en el laboratorio del doctor Turvey.
Para su investigación, los científicos examinaron las evaluaciones clínicas de 1.115 niños, así como sus microbiotas (a partir de muestras de heces recolectadas en visitas clínicas), quienes fueron seguidos desde su nacimiento hasta los cinco años de edad, y la mitad aproximada de los cuales (592) fueron diagnosticados con uno o más trastornos alérgicos.
El análisis de las muestras de heces reveló que los niños que habían desarrollado cualquiera de las cuatro alergias en las que se enfocó el estudio, presentaban una disbiosis, es decir una microbiota intestinal desequilibrada, la cual probablemente afectó su revestimiento intestinal y produjo una respuesta inflamatoria elevada dentro del intestino, según la UBC.
“En general, nuestros cuerpos toleran los millones de bacterias que viven en nuestros intestinos porque favorecen nuestra salud, manteniendo una fuerte barrera entre esas bacterias y nuestras células inmunes y limitando las señales inflamatorias que harían que esas células inmunes entraran en acción”, señala la investigadora Courtney Hoskinson, co-autora del estudio.
Los investigadores han descubierto que aquellos niños que desarrollaron una alergia antes de los cinco años de edad presentaban una falla común en estos “mecanismos de barrera” intestinal.
Muchos factores pueden dar forma a la microbiota intestinal infantil, incluida la dieta, cómo nacemos, dónde vivimos y nuestra exposición a los antibióticos, según la UBC.
Los datos obtenidos en este estudio apuntan a que “el uso de antibióticos en el primer año de vida tienen más probabilidades de provocar trastornos alérgicos posteriores, mientras que la lactancia materna durante los primeros seis meses de vida del bebé tiene un efecto protector. Esto ocurrió con todos los trastornos alérgicos estudiados”, según el doctor Turvey.
Los investigadores esperan que estos hallazgos puedan aprovecharse para desarrollar tratamientos que corrijan la disbiosis, y contribuyan a prevenir las alergias infantiles.
“Este descubrimiento, al igual que otros estudios anteriores, revela la importancia de cuidar la microbiota, que tiene la capacidad de sintetizar vitaminas, ácidos grasos, aminoácidos y otras sustancias que ejercen una actividad reguladora y positiva en nuestra salud”, señala la dietista-nutricionista Sonia Peinado, del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).
En este sentido, Peinado señala que la lactancia materna favorece la implantación de unos tipos de bacterias y retrasa la implantación de otros, teniendo una repercusión saludable en la microbiota, por lo que recomienda mantenerla los primeros seis meses de vida o más, en vez de interrumpirla precozmente.
Asimismo recomienda a las madres gestantes llevar una alimentación equilibrada, rica en fibra, frutas y verduras y que incluya alimentos fermentados como el yogur, el kéfir, el chucrut o la kombucha, lo cual será beneficioso para la biodiversidad de las bacterias intestinales, tanto de la embarazada como de su hijo.
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