Entre los millones de tailandeses que se quedaron sin empleo por causa del COVID-19 se encuentran los elefantes, que dependen del turismo para satisfacer sus apetitos voraces ¿La solución? Mandarlos a pastar.
Ante la escasez de visitantes extranjeros, los campamentos comerciales y santuarios de elefantes carecen de fondos para su mantenimiento y han enviado un centenar de sus animales a pie de regreso a sus hábitat, a 150 kilómetros de distancia.
La fundación Salvar al Elefante, en la provincia norteña de Chiang Mai, ha promovido el regreso de los elefantes a sus hogares. La fundación recauda fondos para seguir alimentando a los paquidermos en los parques turísticos, pero cree que también conviene devolverlos a sus hogares, donde pueden ser autosuficientes.
La situación es crítica. La organización World Animal Protection, con sede en Londres, dice que unos 2 mil elefantes domesticados corren riesgo de morir de hambre porque sus dueños no tienen medios para alimentarlos.
Desde el mes pasado, un centenar de elefantes han marchado desde Chiang Mai hasta su lugar de nacimiento en Mae Chem, donde vive la minoría étnica karen, tradicionales criadores de elefantes.
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