Este 27 de abril, llegó a Nueva Delhi un envío de suministros médicos del Reino Unido, incluidos 100 ventiladores y 95 concentradores de oxígeno. Francia también está enviando generadores de oxígeno que pueden proporcionarlo durante un año para 250 camas, informó la embajada.
También llegó a la capital de la India el primer tren “Oxygen Express”, que transportaba alrededor de 70 toneladas de oxígeno. Sin embargo, la crisis en la metrópoli de 20 millones de personas no ha cedido.
“La actual ola es extremadamente peligrosa y contagiosa y los hospitales están sobrecargados”, admitió el ministro jefe de Nueva Delhi, Arvind Kejriwal, quien añadió que una gran zona pública de la capital se convertirá en un hospital de cuidados intensivos.
Ante la creciente frustración, los familiares de un paciente recientemente fallecido por COVID-19 atacaron al personal con cuchillos en un hospital del sureste de Nueva Delhi, hiriendo al menos a una persona, dio a conocer una portavoz del centro médico.
Un video publicado en las redes sociales mostraba a varias personas peleando con los guardias del mismo hospital. El Tribunal Superior de Nueva Delhi ha aconsejado a las autoridades locales que proporcionen seguridad en los centros médicos.
El doctor K. Preetham, jefe de administración médica del Centro Indio de Lesiones Espinales, que está tratando a decenas de pacientes con COVID-19, señaló que la escasez de oxígeno es tal que el hospital está dividiendo los tanques de oxígeno entre los pacientes.
“Durante siete días, la mayoría de nosotros no hemos dormido. Debido a la escasez, nos vemos obligados a poner a dos pacientes en un tanque y este es un proceso que lleva mucho tiempo porque no tenemos tubos largos”, declaró.
“Ya perdí la cuenta”, suspira Sanjay, un sacerdote, al mismo tiempo que administra los últimos sacramentos de un enésimo difunto de COVID-19 en un crematorio de Nueva Delhi, tan saturado que sus actividades ahora se extienden hasta el estacionamiento adyacente.
“Comenzamos cuando sale el sol y las cremaciones continúan más allá de la medianoche”, explica, con la mirada perdida en las llamas de las hogueras y en montones de cenizas que, hace poco, eran seres humanos.
Las familias oran en silencio en el borde de la carretera, esperando el turno de la cremación de sus familiares difuntos, envueltos en lienzos blancos.
Las sirenas de las ambulancias que llevan otros cuerpos no dejan de sonar. Los habitantes de los edificios que rodean el crematorio soportan el hedor de los cuerpos calcinados y las lamentaciones de las familias en duelo.
En los últimos tres días, el crematorio de Seemapuri, en el noreste de Nueva Delhi, ha organizado más de 100 funerales por día y ya no tiene espacio.
“Hemos tratado de acoger las cremaciones en los callejones y en todos los lugares en los que podíamos encontrar espacio, pero los cuerpos no paran de llegar”, narra el coordinador Jitender Singh Shanty, vestido con un traje de protección azul y un turbante amarillo. “Hemos tenido que pedir a las autoridades que nos permitan extender la instalación hasta el estacionamiento”, añade.
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