La británica Ghislaine Maxwell, examante y mano derecha del magnate Jeffrey Epstein, pasará el resto de su vida en la cárcel tras ser declarada por un juzgado de Nueva York culpable de cinco cargos relacionados con el tráfico sexual de menores de edad para “ofrecerlas” a Jeffrey Epstein.
Tras seis días de deliberaciones y cuando parecía que el jurado se inclinaba en favor de las tesis de la defensa de Maxwell, el jurado respondió “culpable” a cinco de los seis cargos que se le imputaban, el más grave de ellos por tráfico sexual de una menor entre los años 2001 y 2004, es decir, cuando la víctima tenía 14, 15 y 16 años.
Solo por ese delito, el juez podría condenarla a 40 años de cárcel, pero además hay que sumarle todos los otros cargos (“conspiración”, “transporte”, “incitación”), todos relacionados con facilitar el tráfico sexual para Epstein, quien se suicidó en prisión en el verano de 2019 antes de que pudiera ser juzgado por varios casos repetidos de abuso sexual.
La jueza Alison Nathan tiene ahora un tiempo indeterminado para pronunciar la sentencia.
Al escuchar el veredicto, Maxwell no se inmutó, según varios testigos presentes en la sala, y mantuvo la compostura dando sorbos a una botella de agua mientras susurraba algo al oído de su abogada; esto, pese a que en los días pasados se la vio hacer gestos con su equipo de defensa que parecían traducir un cierto optimismo.
El entorno de Maxwell ha criticado que se le quiera hacer pagar por los delitos de Epstein, que nadie ha puesto en duda durante el proceso, y ha desvinculado a Ghislaine, quien acaba de cumplir 60 años el pasado sábado, de los episodios de abusos sexuales cometidos en las distintas mansiones de Epstein que ella administraba con mano de hierro.
Un empleado de una de las mansiones declaró en el juicio que Maxwell había ordenado al personal “no ver, ni oír, ni decir” nada de lo que sucedía dentro de esa casa.
Fueron finalmente los testimonios de cuatro víctimas —”Carolyne”, “Jane”, “Kate” y Anne, tres de ellas anónimas y con nombres falsos— las que parecen haber pesado en el ánimo del jurado, dadas las grandes coincidencias en los testimonios de todas ellas.
Describían a una mujer “sofisticada” que se acercó a sus víctimas en momentos de gran desarraigo familiar y personal y les prometió ayuda en sus carreras, antes de convencerlas para que viajaran a las mansiones de Epstein donde, una vez allí, les proponía participar en lo que llamaba “masajes” para el magnate.
“A sus ojos (de Maxwell), ellas no eran más que basura” —exclamó la fiscal Maurene Comey en su último alegato ante el jurado— .¿Quién les iba a creer?”, dijo en relación al aplomo con el que Maxwell siempre negó los hechos.
Pero Maxwell fue muy lejos, pues no solo engañó, transportó y sedujo a las menores; al menos en tres ocasiones les tocó los pechos y las caderas antes de las sesiones de “masajes”, como si las evaluara, y a una de ellas le llegó a decir que “tenía un bonito cuerpo para el señor Epstein”.
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