El presidente de Rusia, Vladímir Putin, aseguró este martes que su país está en medio de una “auténtica guerra” declarada por Occidente, al que acusó de olvidar las lecciones de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi también buscó la hegemonía mundial.
“Contra nuestra patria de nuevo se ha desencadenado una auténtica guerra. Pero nosotros resistimos al terrorismo internacional y también defenderemos a los habitantes del Donbás y garantizaremos nuestra seguridad”, dijo Putin en la plaza Roja durante el desfile militar del Día de la Victoria.
Acompañado de nonagenarios veteranos de la contienda mundial, pero aislado del resto del mundo, Putin aprovechó la fecha más señalada en el calendario ruso para arengar a las tropas que combaten en Ucrania, cuya victoria está más que en entredicho a estas alturas de la campaña.
Putin aseguró que “ahora no hay nada más importante” para el Kremlin que “la operación militar especial”, de cuyo éxito, admitió, depende la seguridad y el futuro del país.
De hecho, el desfile estuvo precedido de un nuevo bombardeo nocturno contra Kiev, horas antes de la llegada a la ciudad de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Desde su púlpito junto al mausoleo de Lenin, volvió a dar una lección de historia a Occidente al advertir que, como ocurriera con Hitler, “la ambición sin límites, la arrogancia y la permisividad desembocan inevitablemente en tragedia”.
“Consideramos que cualquier ideología supremacista es por su naturaleza repugnante, criminal y mortal. En cambio, las élites globalistas siguen defendiendo su exclusividad, enfrentan a la gente y dividen a las sociedades, provocan conflictos sangrientos y golpes de Estado, siembran el odio, la rusofobia y el nacionalismo agresivo”, subrayó.
Acusó a las potencias occidentales de “imponer su voluntad, sus derechos, sus reglas” y, en realidad, forjar “un sistema de saqueo, violencia y opresión” en la que también se destruyen “los valores tradicionales que hacen que el hombre sea hombre”.
“Parece que han olvidado a qué condujo la demencial aspiración de los nazis al dominio mundial, quién destruyó ese monstruoso y absoluto mal (…) y quién no escatimó vidas en aras de la liberación de los pueblos de Europa”, dijo, en alusión al Ejército Rojo.
Además, cargó contra algunos países “revanchistas”, en clara alusión a Polonia y los Bálticos, de preparar una “nueva marcha contra Rusia”, cuyo objetivo sería lograr su desintegración.
En un intento de evitar el completo aislamiento del jefe del Kremlin, en el último momento fueron invitados los líderes de varias repúblicas exsoviéticas hasta sumar siete mandatarios, entre los que el más destacado era el principal aliado de Rusia en Ucrania, el bielorruso Alexandr Lukashenko.
Putin también felicitó por el Día de la Victoria a los pueblos ucraniano, moldavo y georgiano, pero no a sus dirigentes, con los que está enfrentado.
Desde el 60 aniversario de la victoria (2005), cuando al desfile asistió el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, la lista de invitados se ha ido reduciendo hasta desaparecer completamente los líderes occidentales.
El líder ruso no dudó en aludir en su discurso a Ucrania, que vive, en su opinión, una “catástrofe”, pero no por la intervención militar lanzada por Rusia en febrero de 2022.
“Es rehén de un golpe de Estado, del régimen criminal instaurado como consecuencia y de sus amos occidentales. Es moneda de cambio en la realización de sus crueles y lucrativos planes”, aseveró.
Unos 10 mil soldados, incluido más de medio millar de combatientes en Ucrania, desfilaron por el empedrado de la plaza, pero la jornada se vio descafeinada debido a las estrictas medidas de seguridad adoptadas por el temor a los sabotajes ucranianos.
Rusia sí mostró las baterías antiaéreas S-400 y los misiles de crucero Iskander que aterrorizan al país vecino, además de los cohetes intercontinentales Yars, pero un solo tanque (el legendario T-34) cruzó la plaza y el ejercicio de músculo militar no incluyó este año la tradicional parada aérea.
También se canceló el Regimiento Inmoral, la tradicional marcha con retratos de los caídos, acto en el que participa siempre Putin, ya que el riesgo era demasiado grande, y más de vente ciudades de la parte europea de Rusia suspendieron los desfiles.
En un paso sin precedentes, se cerró la plaza Roja al público durante dos semanas, decisión tomada antes de que dos drones supuestamente ucranianos dañaran la pasada semana la cúpula del palacio del Kremlin donde Putin tiene su despacho.
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