Por mucho que nos quejemos, Internet nos ha facilitado la vida, ya que difícilmente abandonaríamos la posibilidad de enviar o recibir un WhatsApp en el momento oportuno o de acceder a Netflix con un simple toque de pantalla.
Sin embargo, no podemos soslayar su lado oscuro. En “Niños en un mundo digital”, un reporte emitido por la UNESCO, se da cuenta de los resultados de una encuesta realizada a 63 mil niños y adolescentes de todo el mundo sobre sus hábitos de consumo en la red. Al preguntarles qué es lo que no les gusta de internet, mencionaron primordialmente dos cosas: violencia y contenido sexual no deseado. Si te interesa, puedes acceder a este documento en https://www.unicef.org/media/48611/file
Sin embargo, seamos claros: la violencia y el contenido sexual inapropiado al alcance de los pequeños se origina en nosotros los adultos y no en las nuevas tecnologías. El problema es que el mundo digital se ha tornado en una caja de pandora: una vez abierta, no es ya posible cerrarla. La razón, puntualiza Steve Jones en el libro Cybersociety, es que la comunicación cibernética dista de ser una mera herramienta, pues “es, a la vez, una tecnología, un medio y un motor de las relaciones sociales”.
A manera de ejemplo, les comparto que en diciembre mi esposa y yo pasamos unos días en la exhacienda Galindo, ahora habilitada como hotel y resort. Un día soleado nos dirigimos a la alberca. Como hacía frío, pocos se atrevían a nadar, así que nos tendimos en camastros para dedicarnos a admirar el paisaje que nos rodeaba, lleno de árboles y naturaleza; después nos pusimos a leer sendas novelas que habíamos llevado para la ocasión.
Varias personas, al igual que nosotros, se encontraban también recostadas, pero con una diferencia notable: contemplaban, ensimismados, sus teléfonos inteligentes, lo cual resultaba paradójico, pues se encontraban en medio de un paraíso sensorial. Lo que hizo documentar mi optimismo fueron un joven padre de familia y sus dos hijas pequeñas; el papá respondía pacientemente a sus preguntas y les daba consejos; luego, entre risas, se dieron un chapuzón.
Podemos optar, como algunos de los adultos alrededor de la piscina, por nublar nuestros sentidos y sumirnos en la virtualidad, o podemos emular a ese papá, que convivía alegremente con sus pequeñas. En nosotros descansa la responsabilidad.
En cuanto al uso de Internet por parte de los niños, prohibirles el acceso no es la solución. En el citado estudio de la UNESCO, a la pregunta de qué les gustaba más de este medio respondieron: aprender cosas para la escuela o para la salud y aprender cosas que no puedo aprender en la escuela. Por su parte, la Dra. Silvia Livingstone, asesora de UNICEF, está convencida de que restringir los tiempos de los niños en Internet resultará tan problemático como dejar de hacerlo, pues al hacerlo estaríamos también limitando el acceso a sus evidentes beneficios.
En conclusión: a) es menester reconocer lo bueno y lo malo del mundo digital, b) precisamos ayudar a los pequeños a que saquen provecho de aquello que los ayudará a ser mejores personas, c) difícilmente lograremos lo anterior si los adultos no empezamos por ponerles la muestra.