Un soberbio –y a la vez escalofriante– ejemplo de microficción es Espectros, de la escritora argentina Ana María Shua: “Si los fantasmas se esconden a tu paso con temblores de sábana, si los esqueletos vuelven a zambullirse de un salto en sus propias tumbas, no te jactes, amigo. Nunca te jactes de asustar a los espectros. Las muecas de terror con que se apartan de tu camino no son más que simulacros con los que pretenden hacerte creer que todavía estas vivo”.
He identificado hasta ahora cuatro temáticas propias de las narraciones enmarcadas en este género literario: A) las frases paradójicas, B) los juegos de palabras, C) la profundidad filosófica y D) aquellas en las que sus autores hacen gala de un fino sentido del humor. Una variante de esta última es la comedia microcuentista dark, como he dado en llamar a aquellos microrrelatos en los que sus autores hacen gala de su chispeante humor negro (digamos, lo que antes hubiéramos llamado chiste cruel).
He aquí algunos ejemplos del referido subgénero. Empezaré con Hellén Ferrero, quien refiere: “ –No veo nada, querida. / –Es natural, querido: acabas de quedarte ciego”. En Rasgadura, el escritor mexicano Luis Felipe Hernández narra: “El público se horrorizó cuando a mitad del escalofriante acto el tragasables sufrió un ataque de hipo”. Otro paisano, Agustín Monsreal, confiesa en Cálculos renales: “¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!”. En Preocupación, el ensayista argentino Orlando Enrique van Bredam nos sitúa al borde del patíbulo: “ –No se preocupe. Todo saldrá bien –dijo el Verdugo. / – Eso es lo que me preocupa –respondió el condenado a muerte”.
El quinto y último grupo temático de microcuentos en mi clasificación es el de aquellos que narran situaciones de pesadilla, ya sea por ubicarse en el género del terror o porque nos generan una inquietante angustia. A manera de ilustración, el poeta guatemalteco René Leiva, plantea esta atroz interrogante: “El fin del mundo posiblemente ya ocurrió. ¿Quién puede asegurar que no estemos en el infierno?”. Caso similar es el de Infernalia, en el que el sublime poeta mexicano José Emilio Pacheco nos comparte esta revelación: “Anoche no soñé. Despierto, comprendí que estaba en el infierno y ustedes eran los demonios”. Consideremos también La caracola, del escritor vanguardista español Ramón Gómez de la Serna: “Al ponernos al oído aquella caracola escuchábamos ruido de mar y gritos de náufragos”. En Cuento de terror, el narrador argentino Andrés Neuman abre la puerta a lo inexplicable: “Me desperté recién afeitado”. Finalmente, en Llamada, el cuentista estadounidense Fredric Brown plantea un escenario igualmente preocupante: “El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta…”.
La próxima semana abordaré otras variantes de tan cautivador género literario.
Bibliografía:
• 1. Mil cuentos de una línea. (2007). Barcelona: Thule Ediciones. Selección de Aloe Azid.
• 2. Por favor, sea breve: Antología de relatos hiperbreves. (2013). Madrid: Páginas de Espuma. Selección de Clara Obligado.
El diputado federal de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, explicó que la extinción del INAI también…
Demanda de tarjetas bajó ante avance en abordaje con modalidad de prepago: AMEQ Que la…
Aseguran que el proyecto es beneficiado con el Fondo de Proyectos Especiales de Rectoría de…
Tras haber derrotado 3-0 a los Rojinegros del Atlas en el Play-In, los Xolos de…
Con la salida del carro del anuncio en el Centro Histórico de Querétaro, comenzaron oficialmente…
Con una ventaja de más de 95 mil votos, Yamandú Orsi, candidato del izquierdista Frente…