Al contrario de lo que ocurre con otros eventos fisiológicos, respirar es tan necesario para vivir que hasta podemos manipularlo de manera voluntaria sin que tengamos que olvidarnos de ello. Ante la exploración de un médico, la respiración puede evidenciar el estado anímico y de salud que en ese momento padecemos. Las dificultades respiratorias nos pueden indicar ciertas amenazas de factores ambientales, pero también lo vulnerable que podemos ser psicológicamente. Esto es, por ejemplo, que hay que considerar al menos tres factores desencadenantes de un ataque de disnea y obstrucción bronquial, que pueden estar relacionados a un origen inmunológico o infeccioso o psicógeno.
Las complejas condiciones psíquicas, psicoemocionales y psicoinmunológicas relacionan las enfermedades respiratorias y los trastornos mentales. Se dice, por ejemplo, que un ataque de asma bronquial equivale a un llanto reprimido, y a la inversa, estados de temor intenso pueden desencadenar un ataque. La garganta “se cierra” por ansiedad, al no poder decir secretos a otra persona. Expresiones como el grito, el suspiro, los gemidos, la risa y hasta las palabras, van acompañadas de una respiración pausada o abrupta.
El miedo, emoción tan común en personas poco neuróticas, previene y nos pone en alerta ante situaciones desconocidas y amenazantes como lo es la pandemia del coronavirus (COVID-19). Llegado el estrés, se da una mayor secreción de catecolamina, liberación de noradrenalina y adrenalina, suficiente para provocar taquicardia, manos y pies fríos, temblores, hiperventilación, diarrea, necesidad de orinar, sudor frío y hasta vértigo. En condiciones normales, el estrés es capaz de dilatar y disminuir las mucosas bronquiales.
Los psicoanalistas relacionan el papel del tubo digestivo con el “tragar” el aire, los alimentos y las experiencias significativas llenas de emociones intensas; por lo que el pulmón suele representar una etapa primitiva de introyección respiratoria del primer vínculo del niño con el mundo exterior (Bégoin). Esto puede explicar por qué la persona con crisis de angustia se queja de una sensación de ahogo, de una falta de aire, como si se encontrara en un lugar reducido y cerrado (claustrofobia). Muchos pacientes que transitan por un proceso psicoterapéutico, que les permite hablar de sus problemas, llegan a un “alivio” y ya pueden respirar tranquilamente.
Finalmente, cabe decir que el sistema respiratorio tiene la función de protegernos del mundo exterior, de reaccionar ante las agresiones del entorno o medio ambiente. Los problemas en esta área pueden significar nuestras limitaciones para asimilar la vida cotidiana, por miedo, por falta de habilidades o por prohibiciones familiares. Las amenazas pueden ser reales o imaginarias. Algunas heridas no logran cicatrizar y nos mantienen en estados de tristeza, rencores profundos y dificultades para perdonar o rechazar lo indeseable para nosotros.
Episodios de tos, anginas y dolor de garganta pueden reflejar la culpa que adjudicamos a otras personas de aquello que está en nosotros, pero nos cuesta trabajo reconocer y aceptar. Las neumonías representan la forma más dolorosa y grave de amenaza del exterior. Nos dejan sin fuerzas y defensas para enfrentarla, poniéndonos en el límite de la vida y la muerte.
Ante la amenaza viral que hoy estamos padeciendo, solo el tiempo dirá los daños tan graves que padeceremos. Estamos en la etapa de defensa. Para poder respirar bien, nuevamente, solo la solidaridad podrá mantenernos en la ruta de vida.
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