Hoy en día, la sociedad se ha visto exigida para responder, individual y colectivamente, ante la pandemia del Covid-19. Es y seguirá siendo tema de conversación por un largo tiempo. Las tareas han sido complicadas, tanto para la población en general para cumplir las medidas de prevención como la sana distancia, el lavado de manos y el confinamiento en casa, como para los profesionales de la salud, quienes deben actuar con ética y responsabilidad.
Todas las disposiciones son emitidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 11 de marzo de 2020) y los códigos de ética de las profesiones involucradas (el de la Fenapsime para los psicólogos) y han sido acatadas por los gobiernos de todos los países. El hacer las cosas no es capricho de nadie, sino se fundamenta en la ciencia epidemiológica. Todo lo contrario a ella o es rumor o es ignorancia o es maldad humana (la conducta irresponsable que puede llevar a la muerte). En este sentido, el que estudiantes y personas no profesionales se presten a servir como voluntarios para contener este tipo de contingencia resulta irresponsable y riesgoso para la población. Hay que tener cuidado quién nos escucha.
Tengamos o no la amenaza del coronavirus, todos los días podemos enfrentarnos a situaciones desagradables o con personas en nuestro camino que transmiten constantemente emociones como la ira, el miedo y la ansiedad, que, si no estamos inmunes a ellas o con estabilidad emocional, nos “contagian” sus emociones, sus problemas y el estrés que van regando por doquier. También, las emociones desagradables pueden estar relacionadas con recuerdos de alguna situación parecida que no resolvimos en el pasado y que aún nos sigue incomodando.
Así, las emociones se “contagian” de persona a persona a partir de un proceso de imitación y sincronización inconsciente que se da al percibir, observar, registrar, entender y sentir el lenguaje verbal y no verbal de la otra persona, que son las formas más comunes para comunicarnos. Esta situación la observamos en cómo actúa la afición en un estadio de futbol, en el supermercado al comprar ansiosamente papel sanitario, la risa contagiosa en un transporte y, en el bostezo que alguien inicia y todos en la reunión de trabajo terminan haciendo.
Aunque todos contamos con una susceptibilidad emocional, cada quien tiene su manera de manifestarla, pues esta se relaciona con su capacidad de empatía, toma de decisiones, comportamiento y expresión de necesidades.
No solo la inteligencia emocional nos permite identificar los comportamientos impulsivos, desadaptados y erráticos en relación a nuestra pobre regulación emocional; también una atención psicológica profesional nos ayuda a descubrir las razones (acumuladas) que nos motivan a tomar dichas actitudes.
La presencia del coronavirus es un precipitante de las emociones alteradas que nos orientan a una respuesta positiva o negativa, de acuerdo con la valoración que hacemos de ellas.
Si usted no comprende por qué está actuando de la manera en que lo hace o cree que el pensar en una situación catastrófica sea un hecho que realmente esté sucediendo, es el momento de hablar con un profesional de la salud mental.
442-186-5929: línea telefónica para ser derivado a una atención psicológica por los efectos del confinamiento.
* Presidente del Colegio Estatal de Psicólogos de Querétaro, AC
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