La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciaba en febrero pasado que el coronavirus tenía “potencial pandémico”, pero advertía que considerarlo una pandemia “amplificaba el miedo y el estigma innecesarios e injustificados”. Fue, gracias a la presión internacional que decidió llamarla pandemia y que todos los países, tengan o no casos, debían prepararse para afrontarla. Y pues aquí estamos, en confinamiento obligado y siguiendo todas las recomendaciones para evitar el contagio, ya sea lavándonos las manos, respetar la sana distancia, bañarse al llegar a casa, hacer gárgaras con agua y sal, hasta el evitar “hacer el amor” si alguno tose antes de acostarse.
Desde el momento en que se dio a conocer la noticia del nuevo coronavirus, las investigaciones apuntaban hacia diversas líneas de investigación sobre el origen del mismo, así como de los modos de evitar el contagio y de las formas de tratamiento médico-hospitalario. Aunque aún hay dudas al respecto, la teoría más confiable es que el coronavirus viene de una transmisión de los murciélagos al hombre y la teoría más reciente es que las redes G-5 (ondas en telecomunicaciones) están vinculadas al coronavirus.
¿Usted tiene una teoría mejor? ¿Y sabe si ha sido confirmada científicamente? ¿Pero cómo? Si hay tanta información en los medios de comunicación y en redes sociales, que hasta los mismos científicos han modificado sus teorías sobre Covid-19. Una cosa es asumir que el coronavirus existe y otra el creer en él. Quizá solo necesita tomar los cursos en línea que ofrecen la OMS, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Secretaría de Salud y de algunas universidades del país. Se dice que leer los documentos científicos, en inglés, es mucho mejor.
Por otra parte, nuestros sentidos son la principal fuente de nuestros conocimientos. Cuando alguien le dice que “lo ama con todo su corazón”, ¿usted constata científicamente (con un polígrafo, una radiografía o un electrocardiograma) la veracidad de esas palabras? No, claro que no, para eso está la celotipia. El señor Descartes (“cogito, ergo sum”) nos invita a dudar de todo, de la falacia de nuestros sentidos y de todo conocimiento. La duda es el punto de partida para llegar a la veracidad de los asuntos científicos y filosóficos, a la verdad de los hechos, aunque es importante distinguir entre la verdad subjetiva y la verdad objetiva. Por ejemplo, si una mujer tuvo la experiencia de infidelidad de su pareja, ¿es válida su postura de ya no creer en los hombres? Razonablemente es una verdad subjetiva, aunque no es verdad universal.
Entonces, dudar es una experiencia cognitiva habitual que todos tenemos, ya sea de manera normal o insistentemente, como las personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), quienes para comprobar los hechos siguen ciertos rituales y entran a estados ansiosos, pues han comprobado una y otra vez la verdad y aun así siguen con las dudas.
Pensar en el fenómeno del Covid-19 necesariamente nos lleva no solo a dudar de él, sino a actuar con rebeldía (¿o valentía?) contra toda recomendación. Es una confrontación con uno mismo. Dudar de su existencia implica dudar de nuestro destino, pues no reconocemos cómo vivimos el presente, es más, no somos capaces de disfrutar el momento. Aunque yo mismo tengo mis dudas, sé que en el presente la población temerosa responde de una manera angustiante, indiferente o retadora, y me avoco a esas reacciones. Como profesional de la psicología, ese es mi propósito y sé que llegado el momento me desvisto de la preocupación, la doblo y la guardo para la siguiente crisis social.
Línea telefónica para solicitar una atención psicológica, sin costo, por los efectos del confinamiento: 442-186-5929.
* Presidente del Colegio Estatal de Psicólogos de Querétaro, AC
Hoy martes, por Coepsique Facebook Live, 7 pm, estaremos en ESCUCHA.
