Hoy nos desviaremos un poco de los temas de energía o medio ambiente para hablar brevemente de lo que nos espera en el escenario poscoronavirus.
La crisis del Covid-19 irremediablemente tendrá una huella en el mundo como lo conocíamos y lo vivíamos. Son definitivamente muchos los aspectos y escenarios que podríamos identificar afectados de alguna manera. Afectaciones que no necesariamente debemos entender en sentido negativo, sino simplemente con la perspectiva objetiva de algo que se adapta a las circunstancias y se ha visto obligado a cambiar. Uno de los aspectos largamente asumidos de nuestra vida cotidiana que de alguna manera ha resentido la necesidad de adaptarse, es la forma como nos desenvolvemos en la convivencia con la ciudad y, entre ello, la forma e intensidad con la que utilizamos sus edificios.
A muchos nos ha tocado vivir la contingencia en casa. De hecho, la premisa básica en todo momento ha sido no salir de casa si no es necesario. Estando en nuestras casas debimos asumir y aceptar la irremediable situación de deber continuar trabajando desde la intimidad de nuestros hogares, con los retos y las maravillas que ello representa. Al final, sin importar el tipo de oficina o lugar de trabajo que en la normalidad acostumbramos a usar, nuestros hogares se han vuelto por un tiempo el centro de las actividades profesionales de muchos de nosotros.
Lo interesante, y en esto debo decir que comparto los comentarios y la experiencia de algunas amistades a lo largo del mundo, es que muchos nos hemos dado cuenta de que en realidad muchos de nuestros trabajos siempre nos han permitido trabajar desde casa prácticamente con la misma eficiencia. Y entonces, ¿será acaso que el mundo poscoronavirus deparará algo diferente para el mundo inmobiliario y para la forma de hacer nuestras ciudades?
El tema es complejo y multifactorial, por lo que sería inútil tratar de agotarlo en esta columna. Pero quedará para la reflexión y, sobre todo, para estar atentos en ese mundo poscoronavirus que en algún momento llegará, si acaso la era de los grandes inmuebles de oficinas o de los grandes corporativos no dejará paso a un modelo distinto, un híbrido en el que las empresas y los empleadores consideren prescindir de algunos espacios comunes, y donde la gente empiece a trabajar con mayor frecuencia desde casa. Al final, los inmuebles que se construyen y se ofertan en la ciudad atienden a una demanda, y si los empleadores y las empresas empiezan a considerar modificar sus tendencias y su forma de trabajar, eso irremediablemente puede impactar el mercado inmobiliario, y, con ello, la forma como se construyen las ciudades. No sucederá de la noche a la mañana, pero podría suceder.
En una ciudad en la que un porcentaje de la gente deje de salir a trabajar todas las mañanas para hacer el mismo recorrido en las tardes, las calles empezarán a verse distintas, el aire podría verse menos impactado y los espacios tendrán que adaptarse a las nuevas exigencias de un mercado inmobiliario que ha reconfigurado su comprensión de los espacios. El mundo poscoronavirus podría llevarnos a ver ciudades distintas, con nuevas tendencias en las que algunos empiecen a imaginar una forma distinta de trabajar. No me atrevería a anticipar si existe una remota posibilidad de que eso suceda aquí, pero en un mundo tan amplio e irónicamente tan pequeño, podría apostar que en algún lugar sucederá.
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