Hace poco más de ocho años, el 25 de junio de 2012, fue publicada la “Ley para la protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas”, que ordenó la creación del mecanismo de protección que opera desde la Secretaría de Gobernación.
Hace ocho años, algunas organizaciones de derechos humanos (que no de periodistas) presionaron lo suficiente para que quedara la peor definición de periodista en este marco normativo, pues aunque de buena fe quisieron que fuese una definición lo más amplia posible, la verdad es que les abrió la puerta a quienes solo publican en plataformas sociodigitales de Internet o tienen algún comentario en espacios mediáticos, pero que no son profesionales.
Esa pifia permitió que hoy, a ocho años de distancia, haya muchas y muchos que solo tuitean, escriben en Facebook o suben sus videos a YouTube, y que hasta cubren las conferencias mañaneras del presidente y siguen creyéndose y ostentándose como periodistas sin serlo.
La misma pifia permitió que ese grupo de personas que ejercen su derecho a la libertad de expresión, pero que no son periodistas, hoy cuenten con la protección federal, porque en algún momento dijeron y mostraron que sus vidas estaban en riesgo precisamente por publicar lo que publican y de la manera en que lo publican.
Legalmente tienen derecho a ser protegidas por el Estado; moralmente es cuestionable, dijera el inquilino de Palacio Nacional.
Desde hace meses (unos 18), colegas de varios medios han denunciado la actuación de estos personajes y cómo un día sí y otro también buscan confrontarse con quienes sí son periodistas profesionales y cómo utilizan al personal que los protege, sus escoltas, pues, como si fueran sus sirvientes.
Los artículos 36 y 37 de la propia ley de protección establece que las medidas cautelares otorgadas pueden ser retiradas cuando se haga mal uso de ellas.
Usar a un escolta como chofer o cargador de bolsas de la compra entra precisamente en ese supuesto, pero también es uso indebido cuando se pretende utilizar al personal de seguridad asignado para amedrentar a otras personas, especialmente si esas otras personas son periodistas profesionales.
Revisar el correcto uso de las medidas de protección es una obligación del mecanismo, de sus especialistas en estudios de evaluación de riesgo (que tampoco son periodistas) de su consejo consultivo y la propia junta de gobierno. No hacer actualizaciones a cada caso es una omisión que también castiga la ley.
Más aún, este grupo de personas que aspiran a ser periodistas omite algo importante, por acción u omisión y que es simple.
Cuando la Junta de Gobierno del Mecanismo determina otorgar protección a alguna persona beneficiaria es porque existe el supuesto de que su vida está en riesgo.
Otorgar escolta no significa que la persona beneficiaria tendrá un “guarura” para su uso personal y que podrá hacer su vida como si nada hubiese pasado.
El otorgamiento de escoltas busca reducir la probable ocurrencia de un atentado en contra de la persona beneficiaria, porque existe el supuesto de ello. Si el riesgo disminuye puede y debe considerarse el retiro de la escolta.
Si este grupo de sedicentes periodistas acude a las conferencias matutinas con sus guardias de protección, significa que el riesgo de ser víctimas de un atentado persiste y eso en automático eleva el nivel de riesgo y la seguridad de las y los periodistas profesionales que acuden también a cumplir su misión informativa.
¿A ellos y ellas, quién los protege?
¿El gobierno federal y en particular el Mecanismo de Protección ha hecho una evaluación de este riesgo?
¿Qué garantiza que quienes supuestamente quieren atentar contra este grupo de personas no pueda intentar agredirlos fuera de Palacio Nacional y que no haya daños colaterales?
Llevo cinco lustros realizando estudios de riesgo para periodistas y entrenando a colegas en temas de autoprotección y coberturas de riesgo y en mi escasa experiencia ver tanta felicidad y tantas fotos en redes sociales de una persona que dice estar amenazada, siempre me va a generar cualquier cantidad de dudas e inquietudes. Y más si esas sonrisas y esas decenas de fotos son colectivas y todos los días.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”.
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