El escritor y periodista británico Oliver Burkeman escribió recientemente en el periódico “The Guardian” algo que me dejó perplejo: “Cuando te encuentres frente a una elección de vida, preocúpate por aquello que podrías generar y no por tu felicidad”. Tras leerla pensé que no tenía sentido, pues nadie en su sano juicio echaría por la borda la posibilidad de buscar la felicidad.
Intrigado, seguí leyendo y las cosas empezaron a hacer sentido. A Burkeman se le había ocurrido este pensamiento leyendo a James Hollis, un psicoterapeuta que ha escrito nada menos que 16 libros, entre ellos “En esta jornada llamada vida” y “Por qué la gente buena hace cosas malas”. Si hemos de tomar una decisión trascendente en nuestra vida, argumenta Hollis, no deberíamos preguntarnos “¿me hará esto feliz?”, sino “¿esta elección me agrandará o me empequeñecerá?”. La razón es que solemos ser bastante torpes prediciendo aquello que nos hará felices, pues -como sabemos- la felicidad es tan elusiva que, cuando pensamos que por fin la tenemos en las manos, se nos escabulle de nuevo.
En cambio, si nos preguntamos si una alternativa nos enriquecerá como personas, estaremos en posibilidad de generar un curso de acción. Por ejemplo, si estamos pensando renunciar a un trabajo que ha dejado de apasionarnos, al abandonarlo posiblemente pasaremos en un principio apuros económicos, pero a la larga esta decisión nos moverá hacia un mejor lugar, independientemente de que nos haga más felices o no.
“Agrandar”, “añadir”, “dar un plus”, son términos que comparten la acción de sumar, agregar, aumentar, acrecentar y ampliar. Al agregar fortalezas, aumentan los recursos y se amplían los horizontes. Generamos también la posibilidad de producir y crear, es decir, de navegar en la abundancia.
“Agrandar en vez de empequeñecer”, aconseja Hollis. Y tiene razón, pues la segunda posibilidad nos reduce como personas. Por ello, debemos huir a toda costa de aquellas creencias atadas al empequeñecimiento de miras (menguar, mermar, atenuar, disminuir). Por si no quedase claro, poco sentido tendría para nosotros mostrarnos dispuestos a menguar nuestras fuerzas potenciales o disminuir nuestras esperanzas.
Para mí, una elección de vida orientada a generar abundancia a nuestro alrededor nos guiará -por añadidura- hacia el agrado y el agradecimiento. Agradar, por el aprecio que nos ganamos de los demás cuando los engrandecemos con nuestras desinteresadas acciones. Agradecer, porque nos engrandece ser capaces de decir cosas como las siguientes: “tengo mucho en la vida por lo que estar agradecido”, “si tuviera que hacer una lista de todo lo que agradezco, la lista sería sumamente extensa”, “demuestro mi gratitud hacia las personas que han contribuido a que yo sea lo que soy ahora, incluso aquellas que colocaron los obstáculos que he ido superando uno a uno”, “doy gracias por los acontecimientos y las situaciones que han formado parte de mi historia personal”. Al agradecer, pues, me engrandezco y, sin proponérmelo, me vuelvo del agrado de aquellos con quienes he tenido la fortuna de cruzarme en el sendero.
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