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Abuso emocional de las mujeres

Mi nombre es Juan Carlos, pero bien puedo llamarme John Charles, aunque algunas personas me llaman “JC” y una que otra se refiere a mí como “presidente”. Como canta Silvio Rodríguez: “no es lo mismo, pero es igual”. Lo mismo sucede con muchos términos que se utilizan en psicología y uno de ellos es el de violencia.
Al que una persona maltrate y cause daño a otra se le conoce como violencia física y violencia no física (psíquica), que, dependiendo de las circunstancias, el dolor y las secuelas suelen ser intensas y permanentes. A la violencia no física se le conoce como abuso emocional, concepto acuñado en los años 80 que ha tenido que utilizar otras palabras dependiendo sus manifestaciones. Así, puedo nombrarla como “violencia de género”, “abuso indirecto”, “abuso psicológico”, “tortura mental”, “mobbing”, “acoso moral”, “gaslighting”, entre otras.
El abuso emocional se caracteriza por ser un proceso en el que, de manera sistemática y continua, una persona hace uso intencional de descalificaciones, humillaciones y denigraciones dirigidas hacia otra persona (aplica también de un grupo a otro), ya sea por sus ideas, sentimientos, percepciones, formas de vestir, en donde suele haber un vínculo de cercanía, confianza, protección y hasta intimidad. Quizá hasta podría llamarse “Síndrome de Bety la fea”.
El abuso emocional se da, en mayor medida, de hombres hacia mujeres, sin embargo, entre las mujeres es un fenómeno que está apareciendo con mayor frecuencia. Lo podemos identificar en escenarios escolares, de una coordinadora académica para con las maestras; en el trabajo, de una supervisora hacia el grupo de obreras que coordina; en un Centro de Atención a Mujeres Maltratadas, por su directora hacia el personal femenino que atiende; en las familias, cuando la suegra “se va con todo” contra la nuera por la educación de los nietos; o entre hermanas que discuten por los “mejores” cuidados a la madre. En fin, no hay un tipo de persona que se jacte de no haber sufrido abuso emocional: una niña, una esposa, una adulta mayor, una abogada, una secretaria, una médica, una psicóloga, etcétera. Cierto: ser profesional de la salud mental no exime de ser abusada emocionalmente.
El abuso emocional no aplica cuando se presentan diferencias sobre un asunto en particular, de forma aislada y esporádica. Está presente cuando existen disparidades de poder, actitudes de celos y envidia, y cuando los vínculos de afecto y amor se transgreden. Para que el poder total sea efectivo en las relaciones duales, alguien tiene que disfrutarlo y alguien más, sufrirlo por los estados de angustia y el déficit de madurez y desempeño cotidiano que provoca.
Aunque hay hombres abusados emocionalmente, en ellos el miedo no suele ser tan intenso y pocos llegan a la desesperación; las mujeres, en cambio, lo sufren más, pues parece que se han acostumbrado a responder con resignación, sumisión o “justificación” a todo acto de abuso de poder, al rol de víctima. Hay posturas muy cuestionadas que las ubican como complacientes o copartícipes activas de las agresiones recibidas o, incluso, llegan a asumirse en la creencia de que lo que se dice de ellas es cierto.
El abordaje de la psicología en este tipo de violencia no física es delicado. Primero, porque sabemos que se tiene que evidenciar un daño mental oculto y “callado” en la mujer y, por otro lado, cuando la mujer denuncia cualquier tipo de violencia, se corre el riesgo de que se intensifique la violencia. La visión del profesional en salud mental tiene que ser más amplia y explorar, de manera crítica, todos los factores inherentes a ella. Tiene que ver con la construcción de lo masculino y lo femenino, de los usos del lenguaje y del avance integral que las mujeres están teniendo en un país machista.
Cuando la mujer asume el poder, se construye como portadora de la verdad y figura de autoridad incuestionable. Sin dejar de ser “dulce y buena”, las mujeres compiten entre sí para mantener su protección y la autoridad alcanzada. Las mujeres han aprendido mucho de los hombres y nosotros, muy poco de ellas.

* Presidente del Colegio Estatal de Psicólogos de Querétaro, AC, y psicólogo clínico adscrito al Hospital General del IMSS-Querétaro.

Juan Carlos García Ramos

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