No eres, ni podrás ser perfecto, por la simple razón de que ningún ser humano es perfecto. Lo que sí puedes hacer es evaluar, de vez en cuando, tu manera de ser, con el ánimo de pulir las aristas de tu personalidad y convertirte en alguien mejor.
Louis Fry, fundador del Instituto Internacional de Liderazgo Espiritual, ha identificado una serie de debilidades de carácter típicas de los seres humanos, de forma tal que, si las llegamos a reconocer en nosotros, podamos transformarlas en fortalezas personales.
Por ejemplo, si soy agresivo y peleonero, bien podría ser afable y gentil. Si los demás me reconocen por mi enojo, ¿no sería mejor que lo hicieran por mi indulgencia, calma y tranquilidad? Si suelo ser temerosa y aprensiva, podría ser audaz y valerosa. Si me gusta discutir y suelo ser intolerante, ¿qué tal si me muestro comprensivo y agradable? Si me sé insolente y arrogante, ¿por qué no actuar con humildad y modestia? Si tiendo a ser descuidada, bien podría ser cuidadosa y esmerada.
Si soy demasiado perfeccionista, ¿no podría mejor fijarme metas realistas? Si tiendo a la sobreprotección, ¿por qué no puedo dejar que los demás asuman sus responsabilidades? Si me dominan la amargura y el resentimiento, nada me impediría recurrir a la armonía y la concordia. Si soy impertinente y desconsiderada, ¿por qué no procurar mejor la discreción y la delicadeza? Si me caracteriza la terquedad, ¿qué tal si opto por la comprensión y la flexibilidad? Si soy petulante y vanidoso, ¿qué tan difícil me resultaría la sencillez y la modestia? Si me dejo llevar por el rencor, ¿qué me impide perdonar y perdonarme?
Si me encanta el chisme, ¿cuándo aprenderé a cerrar la boca? Si soy hipersensible a la crítica, ¿sería tan difícil mostrarme tolerante? Me dicen que soy impulsiva y temeraria, ¿por qué no actuar de manera prudente y considerada? Si me dejo llevar por la timidez y la indecisión, ¿cómo dar el salto a la firmeza y la resolución? Si suelo ser inseguro y ansioso, ¿qué tal si los demás me reconocieran por mi confianza y aplomo?
Si soy celoso, ¿qué me impide mostrar mi generosidad y confianza? Si me dejo llevar por la indolencia y la pereza, ¿de qué manera podría desplazarme a la laboriosidad y el dinamismo? Si soy agitado y ruidoso, bien podría ser suave y apacible. Si soy manipuladora, ¿qué me impide ser sincera y honesta? Si me dejo llevar por la emocionalidad desbocada, ¿no sería mejor procurar la estabilidad emocional?
Si soy controlador, ¿por qué mejor no me relajo y me dejo fluir? Si generalmente estoy a la defensiva, ¿por qué no abrirme a la crítica? ¿Cómo transformar mi depresión y melancolía en esperanza y optimismo? Si me sé envidioso, ¿qué tendría qué hacer para desarrollar mi generosidad, admiración y empatía? Si me dejo llevar por el exceso y la glotonería, ¿no podría optar por la moderación y la templanza?
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