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La investidura presidencial, el ‘detente’ de AMLO

La “investidura” en términos generales -según el Diccionario panhispánico del español jurídico- es el “Acto por el que una autoridad o funcionario público recibe la titularidad de un órgano y puede ejercer en lo sucesivo las facultades y atribuciones que el ordenamiento jurídico asigna al órgano mismo”.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos consigna en el artículo 80 que “Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará ‘Presidente de los Estados Unidos Mexicanos’”.

Asimismo, el artículo 87 de la Carta Magna determina que “El Presidente, al tomar posesión de su cargo, prestará ante el Congreso de la Unión o ante la Comisión Permanente, en los recesos de aquél, la siguiente protesta: ‘Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande’”.

La Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, en su artículo 37, especifica que “En la ceremonia de transmisión del Poder Ejecutivo Federal, una vez que el Presidente entrante haya rendido la protesta constitucional, el saliente entregará la Banda al Presidente del Congreso de la Unión, quien la pondrá en manos del Presidente de la República para que éste se la coloque a sí mismo”.

Además, el Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos detalla el ceremonial en medio del cual el Presidente de la República es investido como tal por un periodo de seis años.
Así las cosas, este protocolo, solemnidad, dignidad y parafernalia que implica ostentar el cargo de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos le ha venido como anillo al dedo a Andrés Manuel López Obrador, para no dialogar con quien él considera como adversarios.

“No voy a permitir que ninguneen la investidura presidencial, no se puede permitir eso”, “Tengo que cuidar la investidura presidencial como decía don Adolfo Ruiz Cortines, no soy yo, es la investidura”, “No voy a permitir que se manipule la investidura presidencial, que se utilice la institución presidencial con propósitos políticos, electorales, no lo voy a aceptar”, ha declarado una y otra vez.

Aunque en otros casos, se despoje de ese carácter sin el menor empacho; por ejemplo, cuando declaró sobre la complicada elección en la dirigencia de su partido Morena: “Me quito la investidura y solo en esta ocasión hago este comentario (…) es mucho pueblo para tan poco dirigente, con todo respeto, no hay dirección, hay un desbarajuste”.

Para López Obrador, la “investidura presidencial” es pues un escudo protector que usa cuando le conviene; es el “detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo” que asegura le ha ayudado a no contraer el Covid-19; para marginar a quien no piense como él (por ejemplo, a gobernadores de la Alianza Federalista; y a defensores de derechos humanos, como Javier Sicilia); aunque con ello contravenga la propia Constitución que juró guardar, la cual prohibe toda discriminación motivada -entre otras cosas- por las opiniones.

Por ello, miente cuando dice que ya cumplió sus compromisos de atender a todos los mexicanos sin importar creencias, clases, organizaciones, sexo, partidos, sectores económicos o culturales; y tratar con amabilidad a los ciudadanos en las oficinas públicas y en cualquier lugar, “aceptando con humildad que ellos son los mandantes de nosotros, los servidores públicos”.

Viola el principio de imparcialidad incluido en el Código de Ética de las Personas Servidoras Publicas del Gobierno Federal que establece “el acceso neutral y sin discriminación de todas las personas, a las mismas condiciones, oportunidades y beneficios institucionales y gubernamentales”; el “brindar un trato igualitario a todos los individuos, evitando cualquier acción u omisión que menoscabe la dignidad humana, derechos, libertades o constituya alguna forma de discriminación”; e incumple su propia Guía Ética que proclama el respeto a la diferencia.

Malena Hernández

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