¡Por fin acabó el 2020!, un año complejo que seguramente todos quisiéramos borrar de la historia; como cuando arrancamos con fuerza la hoja de una libreta, la hacemos bolita y la aventamos al cesto de la basura, para simplemente comenzar a escribir una nueva… ojalá fuera así de fácil.
Cada quien tendrá su propia evaluación, cada persona ponderará y determinará la forma en la que -en primer lugar- la pandemia y las circunstancias particulares que se hubieren sumado marcaron su vida.
En lo personal, en un recuento de los daños -aunque de entrada debo agradecer el estar aquí sentada frente a la computadora escribiendo estas líneas- la alteración de mi cotidianidad, del día a día que me brindaba seguridad, fracturó mi estabilidad emocional y me vi absolutamente vulnerable.
Gran parte de mi 2020 transcurrió confinada e inmersa en una forma distinta de trabajar (entre el ‘home office’, la escoba y el trapeador); en medio del temor a que mis seres queridos y yo misma enfermáramos; lo que poco a poco se transformó en hipocondría… una y mil veces me convencí de que tenía los síntomas, una y mil veces recurrí discretamente – de día y de noche- al termómetro infrarrojo y al oxímetro, para constatar que me encontraba bien.
En mi nueva realidad apareció el insomnio y afloraron padecimientos con los que tendré que aprender a vivir. Lo peor, sin embargo, la muerte de entrañables amigos o de sus familiares: Juan Diego, Joaquín, Doña Tere, Doña Lupita… el no poder acudir a sus funerales, el no abrazar a sus deudos; la confirmación de que personas cercanas habían dado positivo al Covid-19; la lejanía de familiares y seres amados.
¿Cómo no iba esto a transformar por completo mi vida, así como la de millones de personas en el mundo, que tuvieron sus propias vivencias? ¿Y ahora qué esperar del 2021?
De entrada, una vacunación que rinda frutos y evite más dolor y muerte; que no haya más personas que se atrevan a meterse en la fila indebidamente para obtener inmunidad; que los trabajadores de la salud ya no tengan que jugarle al héroe; salir a la calle nuevamente con una sensación de seguridad y extender la mano al vecino y a los amigos.
Que en la página que empezaremos a escribir en nuestro país este año – y específicamente en el contexto del proceso electoral- no tengan cabida el egoísmo, el divisionismo, el radicalismo, el lenguaje de odio; y que demos paso a la tolerancia y al respeto…
Que la salud no sea tema de rebatinga para los partidos políticos; porque de ser así, no habremos aprendido algo en el 2020… y quizá no merezcamos absolutamente nada.
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