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No más discursos hipócritas, ¡hagamos algo por los ángeles de bata blanca!

La dramática situación en la que nos ha colocado la pandemia por el COVID-19 ha acentuado la importancia del personal médico en la sociedad, lo imprescindible de su labor; son, como ha quedado claro una y otra vez, ángeles de bata blanca.

Por ello, la muerte (¿suicidio?, ¿feminicidio?) de Mariana la joven doctora cuyo cuerpo fue encontrado en el pequeño cuarto en el que vivía en la colonia Nueva Palestina, municipio de Ocosingo, Chiapas─ y su ignorada denuncia de violación no pueden quedar en solo un número más en la estadística. El hecho debe sacudirnos y llevarnos a levantar la voz… a exigir un “¡ya basta!”.

Estudios y diagnósticos sobre la violencia a la que está expuesto este sector en su ejercicio profesional, hay un sinnúmero.

Arredondo, Gascón, Espino y Torres (2014) ─por ejemplo─ analizaron los riesgos de padecer agresiones que tienen los médicos, con base en el tipo de plaza de trabajo que las instituciones de salud en nuestro país les asignan para realizar el año de servicio social (Agresiones hacia los médicos durante el servicio social. Gaceta Médica de México. ANMM, AC. México).

Identificaron que en las plazas tipo C ─en donde los médicos prestan servicios gratuitos de atención a la salud, por no menos de 8 horas diarias en el turno matutino, y posteriormente permanecen disponibles para atender urgencias médicas durante los turnos vespertino y nocturno─ existe un riesgo significativo de ser agredidos.

De un total de 371 médicos entrevistados, el 12.6 por ciento dijo haber sido víctima de agresión física en al menos una ocasión; el 24.2 por ciento fue víctima de amenazas; y el 33.1 por ciento recibió insultos, por lo menos una vez. Las agresiones físicas ocurrieron con mayor frecuencia entre las 20:00 y las 22:00 horas.

Los investigadores explicaron que las agresiones a los médicos no son solo producto de “actos inseguros” y “condiciones peligrosas”, sino que hay causas básicas: “como la falta de equipos de protección personal y colectiva, falta de personal de seguridad física y psicológicamente apto para manejar una situación violenta”; y causas raíz: “desconocimiento de nociones en salud en el trabajo y seguridad e higiene ocupacional, ausencia de programas de seguridad contra las agresiones, inexistencia de actividades dirigidas a la detección, evaluación y seguimientos de este tipo de hechos, etc.”.

Por otro lado, Castro, R. y Villanueva, M. (2018) concluyeron que “la violencia es una experiencia muy frecuente entre el personal de salud. Nos referimos no sólo a agresiones que a veces reciben de los pacientes, sino también a otras formas de violencia que son parte de la formación y de la práctica profesional de los médicos” (Violencia en la práctica médica en México: un caso de ambivalencia sociológica. En Estudios Sociológicos. Colegio de México. México).

Su análisis explica que los médicos enfrentan violencia externa, proveniente de actores ajenos al campo médico (actos criminales, demandas, órdenes de detención, juicios, sentencias, etc.); y violencia interna que ejercen los actores del propio campo médico (abuso de poder, acoso sexual, maltrato, bullying, síndrome de burnout, discriminación, etc.), la cual ha sido aceptada en forma pasiva “porque así son las cosas”.

La ambivalencia sociológica consiste en que: “Los médicos, como integrantes de la sociedad general, aspiran a la protección que el Estado brinda a todos los ciudadanos, y deben protestar cuando ven amenazada su seguridad. Pero, como integrantes del campo médico, deben aceptar, incorporar y naturalizar la violencia inherente a su formación y ejercicio profesional”.

¿En verdad deseamos rendir un homenaje a quienes en este momento han dado muestra de lo que es tener vocación por el servicio, aún a costa de su propia vida? Dejémonos entonces de discursos hipócritas y reconocimientos huecos, hablemos del camino tortuoso al que deben enfrentarse los profesionales de la Medicina; y entonces preguntémonos qué hemos hecho desde nuestras respectivas trincheras ─incluyendo en primer lugar, a las autoridades en este país─ para cambiar la situación de un sector indispensable en nuestras vidas.

P.D. “Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad”. Juramento hipocrático.

Malena Hernández

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