Después de un par de semanas sin aparecer El saber de-mente, no por vacaciones, sino por la organización de un Congreso Internacional que llegó a feliz término, nuevamente estoy con ustedes, lo cual valoro y agradezco enormemente (aunque tengo pendiente esas vacaciones).
Parece que mientras la prensa publique imágenes de pacientes hospitalizados, intubados, luchando contra la enfermedad de la Covid-19, no dejaremos de pensar y hablar sobre esta pandemia.
Muchas personas han fallecido, algunas de manera injusta, otras inmerecidamente y algunas… pues, era de esperarse. Como si estas últimas buscaran que las circunstancias estuviesen en su contra o “a favor”, como si pensaran en la pronta muerte dada su falta de autocuidados. No es que se trate de un suicidio, pues la definición implica que es un acto autolesivo en que se tiene conciencia del interés de querer quitarse la vida. Sería quizá solo omisión por la vida.
Hay personas que llegan a terminar con su vida por “saciedad de vida”, porque han podido lograr muchas de las cosas que se propusieron y no hay más que desear. Ya han sembrado muchos árboles, escrito tantos libros, tenido hijos y realizado deseos, con plenitud o frustración, pero los han realizado. Pareciera que el sentido de vida ya no tiene nuevas rutas que seguir. A pesar de ello, siguen adelante y, en un momento inesperado, aparece la muerte como experiencia última de su vida. Las personas mueren repentinamente de un infarto, de un politraumatismo por accidente, por homicidio, o por la forma de morir más deseada: dormir y no despertar más, sin sentir que la vida se fue. Últimamente sabemos de personas que, de la nada, caen muertas a las afueras de una tienda, de una farmacia, a las puertas de un hospital o simplemente, van por la calle y se desploman. Sea como sea, ¿quiénes de estas tantas personas mueren de pie?
“Morir de pie” tiene varios orígenes. Utilizada en la frase “más vale morir de pie que vivir toda una vida arrodillado” atribuida a Emiliano Zapata, revolucionario mexicano padre del agrarismo; al “Che” Guevara, en algún momento de su vida revolucionaria; a la española Dolores Ibarruri, conocida como “La Pasionaria”; y utilizada por otros personajes que hacen de su estilo de vida una libertad de ser y hacer, sin influencias ni sumisiones, pero con pleno sacrificio a una causa que les genere orgullo y que sea coincidente con sus propios principios.
“Morir de pie” puede ser atribuida a esos personajes citadinos que la pandemia ha vencido en el momento más inoportuno e inesperado de su admirable trayectoria de vida. Puede ser un activista, un artista, un intelectual, un político, un ama de casa, un obrero, un médico, una enfermera, un campesino, un joven con presente incierto pero futuro promisorio. Puede ser uno mismo, en cualquier momento. Pero debemos reunir esos requisitos que tienen que ver con la lucha colectiva por seguir con vida, pero vivir con bienestar y satisfacción, por uno mismo y por los demás.
La pandemia de la Covid-19 nos ha traído excelentes aprendizajes, pero también ha puesto al descubierto el descarado individualismo y egoísmo de una sociedad que se está autodestruyendo o que busca sobrevivir pero a costa de otras personas. Esto ya lo sabemos de mucho tiempo atrás, pero lo remarco con la palabra “descarado”.
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