Independientemente de que usted no esté de acuerdo en recibir información de candidatos a las próximas elecciones, esta le llegará por diversos medios de comunicación y redes sociales que suele consultar. Si es de los que participan o apoyan a algún candidato o partido político, o se interesa en la trama de la nueva zaga Candidatos de México, se verá motivado a “reflexionar sobre el contenido de las propuestas, hará comparaciones con otras y sabrá, en su momento, por quién votar”. No podrá librarse de las toneladas de información. Pero si es de los que ha sufrido daño afectivo por estilos de gobierno, deberá contener sus emociones de frustración, enojo y tristeza por los tipos de candidatos que participan y que, al menos uno, ganará en resultados de cada casilla electoral.
En no muy recientes hallazgos de la neurociencia, se ha podido comprender que el votante es más emocional que racional y que en la decisión política hacia un partido o candidato, influyen factores que tienen que ver con los estilos de percibir y elaborar la información política. También sabemos que la emisión del voto tiene que ver con particularidades muy singulares o bien, con el análisis y racionalidad de las posturas y programas de los candidatos, pues ese razonamiento va en el sentido de la ganancia o mayor utilidad personal que se pueda alcanzar.
Hay votantes con ideas fijas o que son militantes partidistas a los que de plantearles otras opciones políticas no se tendría éxito. Les es difícil cambiar de opinión. Pero hay una gran mayoría, indecisa como siempre, que responderá desde cómo la publicidad les ha impactado, por quienes sus familiares tengan inclinación, y muchos lo harán en un par de segundos antes del momento de entrar a la casilla. Sé de casos en que la persona llega al lugar de votación ya con su postura razonada de por quién va a votar y al momento de marcar la boleta, lo hace por otra persona diferente a la elegida previamente.
Cómo es esto. Existen procesos mentales que se caracterizan en ayudarnos a percibir, registrar, guardar e interpretar la información que nos envían y que en algún momento utilizamos para decidir sobre algo. La ciencia cognitiva refiere que el comportamiento electoral de las personas está determinado por las emociones, por la empatía, y que coincide con el tipo de información que observamos fuera de nuestra realidad interior.
Nuestro cerebro, generalmente, responde a estímulos que le causan emociones satisfactorias inmediatas, más que a los relacionados con una utilidad o beneficio a largo plazo. Así, quien elige votar en nosotros es la zona frontal y el sistema límbico, responsables de las emociones y los comportamientos.
Otros argumentos tienen que ver con una conducta motivada por procesos inconscientes, que es adonde la publicidad subliminal está dirigida.
La idea que tenemos es votar por el bueno, pero, ¿el bueno es el que va a ganar en el resultado o el que dice que hará mejor las cosas? No siempre hay coincidencia en estas dos situaciones y utilizamos mecanismos de defensa en la conducta del voto al haber experimentado el pasado y lo que creemos que habrá en el futuro.
Prepararse para votar es aceptar y responsabilizarse con el resultado que reflejen las urnas. Ese es el acto principal de la democracia, gobernar es otra cosa.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General del IMSS-Querétaro.
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